Kiko Matamoros y su hijo Diego, muy emocionados, hacen las paces

Ha llegado la tan ansiada reconciliación entre ambos

9 de agosto de 2017, 10:20

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Kiko Matamoros había manifestado que estaba deseoso de hacer las paces con su hijo, y, ayer en ‘Sálvame’, se produjeron. Diego visitaba el programa y, tras escuchar las palabras de su padre, en las que llegó a pedir perdón a la madre de sus cuatro hijos mayores, Marian Flores, el prometido de Estela Grande se vino abajo. Su padre había vuelto a llegar a su corazón y los dos se abrazaron tratando de recuperar todo el tiempo perdido con solo una muestra de cariño.

Hace escasos días, en ‘Viva la vida’, Kiko tendía la mano a su único hijo varón para una posible reconciliación. Ahí reconoció ante la audiencia y Toñi Moreno que uno de los mayores errores de su vida había sido enfrentarse de manera pública a Diego y convertir sus desavenencias en tema de conversación delante de las cámaras. Otro de los motivos que le empujaba a querer “arreglarse” con sus hijos era que esta frialdad les pesaría a ellos el día de mañana. Con Laura ya lo consiguió, y, de hecho, la carta que le envió mientras participaba en ‘Supervivientes’ se convirtió, algo así, en la biblia espiritual de la joven durante la última etapa del concurso. A su vuelta a Madrid, él la recibió con un enorme abrazo en plató.

A Kiko le duele la manera en la que los hijos de su matrimonio con Marian han tratado en ocasiones a su actual mujer, Makoke, y espera que ellos también recapaciten y sean capaces de pedir perdón.

Pero no solo deseaba hacer las paces Kiko, Diego también estaba por la labor. “Me gustaría llevarme bien con mi viejo, tener una relación cordial”, comentaba al comienzo del programa vespertino. También reconocía que su orgullo le ha cegado en demasiadas ocasiones y le ha hecho tomar malas decisiones. Aún así, Diego reclama que su padre no haya estado en su vida todo lo que ha necesitado, de hecho, casi no tienen fotos juntos y eso al de 31 años le parece del todo “injusto”, algo que le ha hecho romperse.

Y cuando parecía que ambos Matamoros no darían su brazo a torcer, ocurrió la magia. Diego se dirigió a su padre y derribó con un solo gesto todos los muros que hasta ahora les había separado. Y, al fin, se abrazaron y perdonaron.

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