El discreto e icónico joyero de la Familia Real de Mónaco

No fue sencillo para Grace Kelly entrar a formar parte de la Casa Real de Mónaco y, estas dificultades aumentaron al presentarse ante los Grimaldi sin un joyero a la altura del resto de reinas y princesas de Europa. Pero ella no tuvo problema en pedir prestadas algunas de las piezas con las que protagonizó icónicas instantáneas en diferentes eventos.

Entre las tiaras más significativas para la esposa del príncipe Rainiero III está la tiara Bains de Mer, una pequeña joya muy acorde al estilo de la exactriz americana. Diseñada con diamantes y rubíes (piedra favorita de Mónaco), ensartados en oro y platino.

La pieza fue diseñada por Cartier en 1956, y como característica más significativa cuenta con que las tres piedras que adornan la cúspide se pueden separar de la base para utilizarse independientemente como collar o broche. El modelo en sí fue un regalo de boda de la Société de Bains de Mer.

Fue en 1966 cuando Grace Kelly lució la joya más importante que ninguna princesa de Mónaco haya llevado jamás. Fue en el Baile del Siglo, celebrado en Mónaco, para el cual la esposa de Rainiero III pidió prestada a la joyería Van Cleef & Arpels una pieza que podría haber pertenecido a la mismísima Emperatriz Josefina.

Como principal heredera de todas las tiaras históricas de la familia, Carolina de Mónaco posee también algunas piezas pertenecientes a la herencia del príncipe Ernesto de Hannover.

Como favorita, la hermana de Alberto II se decanta por la tiara Cartier Pearl Drop, formada por perlas en forma de gota que cuelgan de los arcos plagados de diamantes. Tiene una base de oro blanco y platino y, según indican los expertos, es una de las joyas más bellas de la realeza europea. Su disposición recuerda a la adorada Lover's Knot de la reina Isabel II. Fue creada en 1920 por Cartier como regalo de bodas de su marido, el Conde Pierre de Polignac.

Heredadas por parte de la familia de su aún marido, Carolina ha lucido en múltiples ocasiones dos icónicas joyas: la tiara Floral y la tiara Brunswick (en la imagen). La segunda se trata de una pieza que formó parte del joyero de Josefina Bonaparte y, que años más tarde, fue adquirida por la Casa de Hannover.

Charlene de Mónaco dejó claro desde el primer momento que no luciría grandes joyas, una premisa que adoptó incluso en el día de su boda, cuando apareció en la ceremonia sin la tiara-collar Océan de Van Cleef et Arpels,  el regalo de boda que le había hecho el Príncipe Alberto II. Sin embargo, ninguna de las novias de la familia Grimaldi ha llevado tiara el día de la ceremonia religiosa, por lo que la elección de Charlene no resultó demasiado llamativa.

La pieza en sí, formada por 850 diamantes y 359 zafiros de tonalidades diferentes que representan la espuma del mar, cuenta además con 11 diamantes de cuatro quilates cada uno que simbolizan gotas de agua. Puede utilizarse también a modo de gargantilla, la forma favorita de la princesa para llevar este preciado obsequio de su esposo.

La pasión por el mar de Charlene está muy presente en su colección de joyas. Al igual que la tiara Océan, la tiara Baumer Aigrette (espuma de diamantes) es otra pieza con motivos marinos que rinde homenaje a la carrera de nadadora que tuvo la princesa antes de casarse, así como a su cercanía con el Mediterráneo. Se trata de diseño de Lorenz Bäumer realizado en 2011 para la recepción que se ofreció a los miembros de la realeza tras su enlace matrimonial con el príncipe Alberto.