Felipe se ha resistido durante once años a conceder un título nobiliario en aras de esa austeridad que lleva a gala desde que fue coronado en junio de 2014. Por aquello del agravio comparativo y para no crear polémica, se ha negado a todas las peticiones particulares u oficiales que se le han hecho en este sentido. También ha querido marcar distancia respecto a la prodigalidad de su padre, quién otorgó más de medio centenar de distinciones aristocráticas. Pero al final ha tenido que claudicar ya que quería ennoblecer a quien fue primero su mentor y después su mano derecha, Jaime Alfonsín. Y la única forma de hacerlo, para evitar la acusación de favoritismo, era meterlo en un “paquete” de reconocimientos en el que hay figuras tan dispares como una cantante, un investigador y un tenista.
La obsesión de papuchi
Todos ellos se habrán sentido muy honrados, pero seguro que a nadie le ha hecho tanta ilusión como la que le hubiera hecho a Julio Iglesias. ¡Y desde 1981, cuando nació la hoy televisiva Tamara, la hija que Isabel Preysler tuvo con el marqués de Griñón! El padre de Julio, al que cariñosamente llamábamos Papuchi, intentó entonces que los periodistas presionáramos al rey para que concediera el título de marqués de Ourense al gran cantante internacional. Pero no solo por sus indudables méritos, sino por esta peregrina razón: “Tamara será marquesa en el futuro mientras que la pobre Chábeli será solo plebeya… una será excelentísima señora y la otra solo señora, esto puede crear tensión entre las dos hermanas”.
Julio fingía que no sabía nada de la ocurrencia del padre, aunque luego confesaba, soñador, “sería bonito”. Por disparatado que parezca, Casa Real se lo tomó en serio y consultó al historiador y experto en protocolo Juan Balansó, gran amigo mío, que contestó: “por supuesto que es adecuado, la reina de Inglaterra nombra caballero a actores como Laurence Olivier o John Gielgud, pero dado que sería el primer título otorgado en España a un artista, sugiero dárselo primero a un cantante clásico como Alfredo Kraus o Plácido Domingo”. Así pues, borraron a Julio y nombraron al guitarrista Andrés Segovia marqués de Salobreña, y aquí paz y después gloria.
El precedente de Lola
Julio Iglesias no fue el primer artista en pretender un título. Yo recuerdo a Lola Flores reclamando el marquesado de Torres Morenas ¡cuántas portadas ocupó este tema!, ¡cuántas cábalas se hicieron y durante cuántos años! Tengo delante una revista de 1967, “a la futura marquesa de Torres Morenas le gusta el gazpacho andaluz, la paella valenciana y un buen tintorro de Valdepeñas”, declaraciones que acompañan unas fotos de Lola con su “colega” la duquesa de Alba. “Me haría mucha ilusión por mis hijos”, remataba, un poco en plan Papuchi, aunque precisaba al entrevistador, “cuando sea marquesa podrás seguir tratándome de tú”. Y la cosa parecía que ya estaba hecha porque a Franco le caía bien, aunque no tanto como Juanita Reina, por la que el dictador tenía auténtica debilidad.
Pero entonces se supo con gran escándalo que el periodista Antonio Olano, el inventor de este precioso nombre, Torres Morenas, no se refería a alguna prestigiosa ruina morisca cercana a Jerez, lugar de nacimiento de Lola, sino a sus legendarios muslos, cosa que le pareció inmoral a doña Carmen y se echó tierra sobre el asunto, aunque como título de consolación empezó a conocérsela como la Faraona, que tiene más empaque y no se necesita que ninguna autoridad lo valide, aparte del cariño del público.
Marqueses cincuentones
El pasado jueves leíamos la lista de nominados y sus títulos con cierta estupefacción y mucha curiosidad. Jaime Alfonsín, ex jefe de la Casa Real, marqués de Alfonsín. La deportista paralímpica Teresa Perales, marquesa de Perales. El tenista Rafael Nadal, marqués de Llevant de Mallorca. Luz Casal, marquesa de Luz y Paz. La fotógrafa Cristina García Rodero, marquesa del Valle de Alcudia. El investigador Carlos López Otín, marqués del Castillo de Lerés. Solo el primero tiene grandeza de España y solo el último es vitalicio. Y eso ¿por qué? ¿Acaso los hijos de López Ortín no tienen tanto derecho (o tan poco) para llevar el título como los hijos de los otros? Asimismo, no entiendo cómo el de Luz Casal, que es gallega, no va en su lengua materna como sí lo hace el de Rafa Nadal, que está en mallorquín. ¡Más detalles!
De seis afortunados, dos son deportistas, un porcentaje muy alto. No hay cineastas, ni escritores, ni pintores, ni empresarios, ni mecenas, ni héroes, ni militares, ni políticos, todos los nombres son ilustres, pero no dejan de causar asombro porque hay otros que parecen merecerlo mucho más. Pero como antes de conceder un título se pregunta al afortunado si estará dispuesto a recibirlo (como en los premios Princesa de Asturias) me gustaría saber si alguien ha rechazado la distinción.
Papuchi le decía a la periodista Maruja Torres, “nadie lo merece más que Julito ¡no van a hacer marqueses a esos rojazos de Sabina, Víctor Manuel, Ana Belén o Serrat! ¡Con esos pelos largos!” Por cierto, que la edad media de los agraciados es de 50, muy baja para lo que suele ser habitual. Y es que, como decía Alfonso XIII, “vamos a nombrarlos casi viejos para que no les dé tiempo a hacer ninguna tontería antes de morirse”. A ver.