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Eras un malote de libro. Fruncías el ceño, mirabas por encima de la gafas, levantabas una ceja, hablabas con voz tonante y dejabas caer sentencias como gotas de mercurio. Eras listo e impertinente y dabas un poco de miedo.
Sí, pero…
Pero estás enamorado, y además te gustan mucho los animales, y todo esto casa mal con tu pose de malvado. O sea que se te está viendo el latón, como decimos por estos pagos. Mejor dicho, en tu caso es al revés. Debajo del latón está el oro. Creo que lo de antes estuvo bien en su momento, pero yo te prefiero así, aunque comprendo que a veces tengas que disfrazarte de ogro para no defraudar a tus adeptos. Te juro que fingiré pavor, aunque por dentro esté pensando: “Qué buen chico es…”. Y no sé si te estoy halagando o dando una patada en la entrepierna con mi comentario, admirado Risto.