Caray con lo de María José Cantudo… Hace años la entrevisté en el Marbella Club cuando era novia del muy inteligente Pedro Ruiz. Era una flor exótica de belleza apabullante, una de las mujeres más deseadas del país. Lucía melena, piernas kilométricas, labios sensuales, vientre plano y biquini minúsculo. Pero se empeñó en que la fotografiáramos jugueteando con un par de gafas y con un libro en las manos. Se explayó interminablemente acerca de literatura, pintura, el sentido de la vida y terminó comunicándome con cierta solemnidad que ese invierno iba a matricularse de la carrera de “la filosofía de las letras”.

El rostro de Pedro Ruiz, mientras su novia hablaba, iba pasando del púrpura a la palidez mortal, acometido de ese sentimiento tan difícil de explicar que llamamos vergüenza ajena. Cuando acabamos el reportaje y la Cantudo ya se iba escaleras arriba, Pedro regresó y se vio obligado a justificarse en secreto: “Es muy buena persona”. A lo que el fotógrafo, que ya iba guardando sus cámaras, apuntó con desenfado: “Y está buenísima”. Pedro admitió con cierta tristeza: “Sí, eso también”. ¡Hombres!