¡Ya está! Los Urdangarín Borbón dan por definitivamente terminada su etapa en Barcelona. La casa que compraron, que los periodistas llamamos pomposamente ‘palacete’, está en demolición y en su lugar construyen lo que probablemente serán apartamentos de lujo. Adiós piscina, adiós jardín, el escenario de los juegos de los hijos, adiós para siempre a esos cumpleaños en el inmenso salón a los que acudía doña Sofía y que obligaban a cortar las calles. “Era una lata, policía, controles, periodistas…”, me contaban los vecinos. Estas calles veían correr a Iñaki con su perro, los niños iban en bicicleta, la infanta paseaba hasta el Jardín de la Abadesa para comer con una amiga… ¡La imagen de aquella familia ideal se ha roto en mil pedazos! ¡También la pasión desbordada que Cristina sentía por su marido!

Del amor a la compasión

Aún sigue considerándolo inocente, aún cree que ha sido un cabeza de turco… Pero al amor lo ha sustituido la compasión, un soporte insuficiente para mantener un matrimonio. La infanta está buscando piso en Madrid, quizás para el próximo curso, para que sus dos hijos menores puedan proseguir estudios en Ginebra. Así facilitará el tercer grado de Iñaki, que será en las navidades de 2019. Pero, aunque sigue llamándolo por teléfono, las visitas a la prisión se han ralentizado. Tanto de ella, como de sus hijos. Al parecer Cristina incluso ha consultado a un abogado especializado en divorcios. En su ánimo han pesado los consejos de sus amigas y primas, que no soportan a Iñaki desde que este le fue infiel con la mujer de uno de los testigos de su boda, según los correos privados aportados en su juicio. Una de estas amigas me cuenta que "Iñaki le pidió a su mujer dinero para demandar a los medios que se hicieron eco de esta información, a lo que Cristina se negó, indignada... Aunque lo perdonó, siempre le ha quedado esa espinita dentro". En Madrid, Cristina ha florecido de nuevo. Ríe, tiene buena relación con sus hermanos, incluido Felipe, incluida Letizia, y adora a su padre, quien quiere verla lejos de su marido, no así Sofía, para quien el vínculo matrimonial está por encima de todo. Barcelona queda atrás, es el lugar donde fueron felices, pero también donde sufrieron los mayores desprecios. Recordemos que, en la panadería, llegaron a advertir, cuando Iñaki entraba a comprar, "¡Cuidado con los bolsos!". La infanta tiene aún dos viajes pendientes para tratar asuntos de trabajo. Quizás en la reunión de Navidad sea el momento de entonar la ranchera: "Yo ya me voy, solo vengo a despedirme... adiós, Barcelona, adiós para siempre, adiós".