Belén Rueda vivió el pasado sábado, 14 de junio, uno de los días más felices de su vida: la boda de su hija mayor, Belén Écija, con Jaime Sánchez, en Menorca. El broche de oro a una preciosa historia de amor que, además, reflejó la fuerte conexión que existe entre madre e hija.
El enlace también trajo consigo el reencuentro público entre Belén Rueda y Daniel Écija una década después de su divorcio. Su matrimonio se rompió en 2014 después de 15 años de relación y tres hijas en común: Belén, María y Lucía. Una relación que, lamentablemente, estuvo marcada por la más dolorosa de las tragedias: la muerte de una de sus hijas.
La dolorosa tragedia que cambió la vida de Belén Rueda
En 1996, Belén y su entonces pareja, el director Daniel Écija, dieron la bienvenida a su segunda hija, María. Sin embargo, poco después del nacimiento, los médicos detectaron que la niña sufría una grave cardiopatía congénita. Lo que debía ser una etapa cargada de felicidad se convirtió en un calvario.
Durante once meses, la pequeña María permaneció ingresada en el hospital. Aunque hubo momentos de esperanza, la realidad terminó imponiéndose y, finalmente, falleció en 1997 dejando a sus padres desolados. Su pérdida dejó una huella imborrable en la vida de Belén, quien durante muchos años evitó hablar del tema públicamente. El dolor era demasiado grande y, como ella misma ha contado en entrevistas recientes, vivió ese duelo en silencio, sintiendo que si no hablaba de ello, tal vez no sería real. "Al principio es negación absoluta de que eso haya ocurrido, tienes la sensación cada día que te levantas que va a estar. Tienes mucha rabia contra el mundo, piensas que es injusto porque no es natural", reconocía en el podcast de Vicky Martín Berrocal.
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La actriz atravesó todas las etapas del duelo: negación, rabia, tristeza y una larga incomprensión del porqué. Cada mañana se despertaba esperando que todo hubiera sido una pesadilla. A su alrededor, la vida seguía, pero para ella el tiempo se había detenido. Lo más duro, cuenta, no fue solo perder a su hija, sino tener que seguir adelante por su hija mayor. "Parece que no se enteran, pero sí que se enteran. Los niños hasta que no cumplen más o menos 7 años no tienen la visión de la totalidad. ‘Nunca volverá’ no les sirve porque al día siguiente te preguntan dónde está. Entonces te das cuenta más profundamente de la injusticia de algo así", reconocía.
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Durante mucho tiempo, Belén no acudió a terapia ni buscó ayuda profesional. No fue hasta la muerte de su padre, años después, que sintió la necesidad urgente de ordenar lo que llevaba tanto tiempo acumulando por dentro. Fue entonces cuando entendió que el duelo, para poder cicatrizar, necesitaba ser hablado, compartido, vivido con autenticidad. "El dolor tienes que llorarlo, pensarlo, tener rabia, otros días ilusión… Pero hay una frase muy bonita que leí: ‘Ten cuidado con que tu alegría no sea de cristal y tu dolor de hierro’. El dolor tienes que sentirlo, tienes que vivirlo. Pero cuidado con alargarlo demasiado porque sientes que estás traicionando a esa persona que físicamente ya no está contigo", se sinceraba.
Su historia personal la llevó a apoyar iniciativas para acompañar a otras familias que atraviesan situaciones similares. Una de las más significativas es su participación como presidenta de honor de una fundación dedicada a niños con enfermedades cardíacas, desde donde ha ayudado a dar visibilidad.
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Hoy, casi tres décadas después de aquella pérdida, Belén habla de su hija como una presencia constante, aunque invisible. Asegura que María sigue con ella "de otra manera", no desde el cuerpo, sino desde el amor, el recuerdo y la transformación profunda que provocó en su vida. El dolor nunca desaparece del todo, pero ha aprendido a convivir con él, a dejar que forme parte de su historia sin dejar que la paralice.
Dos años después del fallecimiento de María, la luz volvió a la vida de Belén. La actriz daba a luz a su tercera hija, Lucía. Y a pesar de los miedo evidentes, la pequeña creció sana repleta de todo el amor de su familia. Hoy, la joven de 27 años prefiere vivir al margen de la fama de su madre y ocupó un segundo plano en la reciente boda de su hermana.
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