Pillo a Carlota Corredera yendo de un programa a otro, su voz suena acelerada y con ese ligero acento gallego que exhibe solo en la intimidad: “¿Que cómo estoy? Pues con nervios ante este reto profesional que es presentar ‘Cámbiame’ a diario en directo. ¡Quiero estar a la altura de las expectativas! ¿Si es mi programa soñado? Mientras pueda conciliarlo con mi hija, lo haría todo, desde un concurso a un programa de salud o de viajes. ¡Y si tengo que volver a galeras, donde estaba cuando nos conocimos, volvería sin dudarlo!”.

Le pregunto cómo se ha tomado su familia su popularidad: “Tengo un entorno muy sano y hemos ido del brazo, avanzando a la par. Además, oye, ¡que no soy ni Jorge, ni Ana Rosa, ni Teresa, no he tenido que pagar todavía sus peajes!”. Se echa a reír: “Neniña ¡que no soy Estrellita Castro!”. Inquiero si le duelen las críticas: “Claro, ya sé que no puedo gustarle a todo el mundo, pero me compensa”. Se queda callada y su voz se entristece: “Pilar, solo me preocupa cómo le puede afectar todo esto a mi hija en el futuro”. Suspira. Yo también.