Una niña de 11 años, víctima de una ‘manada’ de menores

MAYKA NAVARRO
Mayka Navarro

Periodista especializada en sucesos y en ‘true crime’

En Badalona estos días no se habla de otra cosa. Unos hechos que ponen los pelos de punta y nos obligan a hacernos esta pregunta: ¿Qué hemos hecho como sociedad para que unos niños de 13, 14, 15 y 16 años se junten un sábado en un centro comercial, se lleven a punta de navaja al baño a una niña de once años, la violen y encima graben lo que han hecho? Lo que sea que estamos haciendo los adultos es evidente que lo estamos haciendo muy mal para que durante semanas las imágenes de la agresión sexual circularan como la pólvora entre los alumnos del instituto al que acude el hermano de la víctima, sin que ninguno de los adolescentes se cuestionara que aquello no era una película, ni un juego ni ficción. Que la secuencia era una atrocidad que había que denunciar. Imágenes que también vieron unos cuantos padres que optaron por el ca- mino fácil de hacer ver que no habían visto nada. Por aquello de mejor no meterse en líos.

La noticia se conoció un par de días antes del 8 de marzo. La periodista Anna Punsí relató en TV3 cómo el 5 de noviembre del año pasado, una niña de 11 años se acercó al centro comercial Magic de Badalona a mirar ropa. No se lo contó a sus padres. De hecho, les dijo que se iba a dar una vuelta con sus amigas. La niña llevaba semanas pidiendo en casa que la acompañaran de tiendas y como todos andaban atareados y no encontraban el momento, decidió escaparse. En el centro comercial, la menor se detuvo frente a los escaparates del C&A. Era un sábado con mucho jaleo en el Magic. El centro está muy cerca del pabellón Olímpico que acoge las competiciones del Joventut de Badalona y algo celebraban que incluso había música en directo. La pequeña estaba sola y sus agresores se fijaron en ella. A punta de navaja, un grupo de seis jóvenes de entre 13 y 16 años, la rodearon y la obligaron a ir hasta el baño de hombres. La violaron en grupo. También lo grabaron, mientras se jaleaban unos a los otros, haciendo hincapié en su raza. Cuando terminaron, la dejaron tirada. La niña abandonó el baño desorientada y asustada. Se acercó a un vigilante de seguridad que ignoró la angustia con la que trató de explicarle que un grupo de niños le había hecho daño en el baño. La pequeña regresó a su casa, a un cuarto de hora caminando. Trató de hablar con su hermana mayor, atareada ese día con los deberes, y tampoco le hizo demasiado caso. La pequeña decidió entonces encerrarse en ella misma y guardar silencio.

El dolor de la hermana

Desde entones, no hay día que esa hermana mayor no lamente no haber escuchado a la pequeña aquella tarde. Por eso, entre otras cosas, decidió dar el paso de conceder una entrevista a Anna Punsí para detallar el calvario por el que había pasado su hermana y lo que, cuatro meses después, continúa soportando su familia, inmigrantes africanos establecidos en Badalona, ciudad que se plantean abandonar si prosigue la presión que están padeciendo. La familia conoció la violación cuando el 15 de diciembre, el hermano de 14 años llegó a casa hecho una furia. Un compañero de clase le aseguró haber visto un vídeo sexual en el que su hermana pequeña aparecía rodeada de chicos. La niña se derrumbó y lo contó todo. En ese momento los padres entendieron por qué su hija llevaba semanas extraña. Por qué se dejaba la mayor parte de los días el desayuno en la mesa. Por qué salía poco de su habitación y por qué se habían reducido las sonrisas. Esa misma tarde, los padres se dirigieron a denunciar a la comisaría de los Mossos d’Esquadra de Badalona, que advirtiendo de que los sospechosos podrían ser menores, trasladaron la investigación a la unidad central de menores de la policía catalana, que el 15 de febrero realizó cinco detenciones. Todavía les falta por identificar y arrestar a un sexto implicado. La Fiscalía de Menores recibió a los dos detenidos mayores de 14 años. El fiscal solicitó el internamiento en un centro cerrado para ambos, pero el juez solo aceptó la medida para uno de ellos, el que tenía antecedentes por agresión sexual, al que envió a un centro de menores que depende de la conselleria de Justicia. Para el otro decretó una medida cautelar de libertad vigilada. Por eso ahora se ha sabido que acude al mismo instituto, aunque en cursos diferentes, que el hermano de la víctima. En el caso de los tres menores arrestados de 14 años, la Fiscalía remitió un informe a la Generalitat, que abrió un expediente de riesgo con el objetivo de analizar el contexto familiar en el que viven.

Anna Punsí

Tres días después de las detenciones y cuando la familia de la víctima confiaba en que las cosas se serenarían y podrían empezar a estar tranqui- los, el hermano recibió amenazas en su teléfono móvil. “Te voy a apuñalar para que tu madre y tu padre sufran por ti. Y por mentirosos. Estás muerto, amigo. Que por tu culpa han encerrado a uno”. El mensaje lo envió otro joven que no conocía a la víctima y del que no ha trascendido la relación que puede tener con los acusados. Tras ser identificado y detenido, el juez de menores decretó la semana pasada seis meses de internamiento. También está acusado de un delito de obstrucción a la justicia. La víctima y su hermano de 14 años estudian en centros diferentes de Badalona. Mossos d’Esquadra de paisano y uniforme custodian desde hace días el instituto y el colegio al que acuden. El hermano, además, ha estado semanas con vigilancia estrecha y diaria, desde que ponía un pie en la calle, por las amenazas de muerte. La difusión de la violación además de sacudir la conciencia de la ciudadanía ha puesto en evidencia una cadena de despropósitos que ha jugado en contra de la víctima y de su familia. La escuela de la niña no conoció la agresión hasta pocos días antes de que se conociera la violación. Durante cuatro meses, la menor solo recibió la asistencia psicológica del hospital de Can Ruti y no los cuidados que ahora sí está gestionando el centro. Cuatro meses en los que el hermano ha compartido instituto con uno de los presuntos violadores de su hermana, y durante los que el Ayuntamiento de Badalona tampoco fue informado de la gravedad de los hechos.

Menores contra menores

Ahora que los medios de comunicación tratan el caso, parece que todo el mundo se ha puesto las pilas, al tiempo que vuelve al debate recurrente de las limitaciones de una ley del Menor que en este caso permite a dos menores de 14 años seguir con sus vidas con absoluta normalidad, pese a la gravedad de los hechos de los que están acusados. Unos hechos que han permitido actualizar las estadísticas disparatadas de agresiones sexuales a menores, protagonizadas a su vez por menores. Números que literalmente se han doblado en los últimos años. Cifras que no paran de crecer mientras los especialistas tratan de encontrar las causas de unos delitos que protagonizan cada vez más, sospechosos de menor edad. La pornografía sin filtros que consumen los adolescentes o el teléfono móvil como puerta de entrada de todo tipo de contenidos se enumeran entre las causas de una situación que avergüenza a cualquiera. Los expertos aseguran que una cuarta parte de los adolescentes consume pornografía violenta. Secuencias que normalizan las violaciones en grupo. “O educamos nosotros o nuestros chavales seguirán asumiendo como normales las conductas que aprenden del porno”, advierten con preocupación los educadores. Estos días se han hecho cosas buenas también. La difusión de los hechos forzó a la dirección del instituto al que acude el hermano y uno de los presuntos agresores a debatir en las clases de todos los cursos sobre el tema.

Charlas tuteladas por los profesores que en algunos grupos hicieron aflorar los relatos de alguna que otra joven que se atrevió a levantar la mano para asegurar que a ella también le había pasado pero que, por miedo al qué dirán, había callado. De ahí la importancia de contar las cosas que pasan. Pero de ahí también la necesidad de explicarlas bien. Protegiendo a la víctima, y más en este caso, por tratarse de una menor. Con- tar las cosas para generar debate. Para que los adolescentes tengan conciencia de que esas imágenes son un delito y que el silencio solo es cómplice de los agresores.

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