Aterriza en el ‘Deluxe’ de mala gana. Lo hace, según él, por necesidad. Porque tiene deudas que pagar. En vez de estar contento porque gracias a un programa de televisión puede vivir más tranquilo se muestra desganado, vencido, derrotado. Él, que pertenece al regio linaje de los Pantoja, considera un desdoro codearse con los desarrapados que pueblan el ‘Deluxe’. Se muestra harto de que hablen de él y de su familia, pero no entiende que gracias a eso cobra muchísimo dinero. ¿O se cree que le pagan para que se siente por ser un competente DJ?
Kiko no nos dio una entrevista con grandes titulares pero nos ofreció, sin él saberlo, algo mucho más interesante: el oscuro retrato de una estirpe en decadencia. Ha tirado por la borda la fama de muchacho bonachón y divertido y hoy no es más que un pobre hombre que mira para otro lado mientras ‘Cantora’ y sus consecuencias se cae a pedazos. Su postura es tan facilona como profundamente egoísta: prefiere pinchar en una discoteca a sentarse a reflexionar sobre alguno de los múltiples problemas que acucian a su familia.
Sepultada quedó ya la época dorada en la que su madre paseaba rimbombante la bata de cola por los escenarios patrios y él correteaba alegremente por las costas españolas ligándose a chatis con pocos escrúpulos. Paquirrín es un chico con una sonrisa triste, un cuerpo demasiado descuidado para lo joven que es y una filosofía de vida tan ramplona como prosaica: todo tiene un precio. Según esa máxima él se vende bien. Todavía.
Pero verlo abandonando el plató del ‘Deluxe’ arrastrando los pies y con la mirada gacha nos hace augurarle un final inquietante. Pese a todo lo escrito, le tengo cariño a él y a su madre, quizás porque sean dos seres a la deriva. A su hermana no le tengo cariño. Le tengo más que eso.