Me gusta trabajar en programas que generen controversia, así que estoy disfrutando como nunca con ‘GH VIP 6’. El jueves, durante la reunión de contenidos, sabíamos que llevábamos un programa que era un auténtico misil. Hay veces que tienes que defender en plató programas con escaso fuste y te tienes que inventar las mil y una para intentar sacarlo a flote. Pero el del jueves no era el caso. Se vendía solo. Te das cuenta cuando un programa va a funcionar si tú como presentador logras disfrutarlo también como espectador. El jueves había tanto que contar que podríamos haber acabado a las cinco de la mañana. Al acabar, cuando se apagaron los focos, le dije a Chabelita que llamara a su madre nada más salir de las instalaciones de Mediaset. Ella me contestó que ‘nones’ con la cabeza y yo supongo que la entendí. Es muy fácil aconsejar a los cuarenta y ocho años. Pero tendemos a olvidarnos de lo que hacíamos a los veintidós. Dice Chabelita que su madre le impone, y muchos se rasgan las vestiduras. Mi padre también me imponía. Una mirada suya bastaba para dejarme clavado en el sitio y obedecerle cual corderito amaestrado. Pero, luego, en cuanto rascabas un poco, te encontrabas a un hombre débil y vulnerable. Debería haberle contado esto a Chabelita, pero me temo que, cuando empezara con mi historia, ella pensaría que le estaba soltando un sermón a lo abuelo Cebolleta, y me diría que sí para que la dejara en paz. Lo mismo que hubiera dicho yo a los veintidós si un señor de cincuenta me hubiese aconsejado hablar más con mi padre. Ahora sé que mi relación con él hubiera sido más profunda si yo hubiese tenido más valor. Pero no lo tuve y tampoco puedo reprochármelo. La vida tendría que parecerse más al teatro: debería poderse ensayar.