Está bien que lo tengamos claro: nada es eterno y estamos condenados al olvido

21 de octubre de 2020, 13:16

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Escribo estas líneas el sábado a las nueve y cuarto de la mañana desde la cama de un hotel de Bilbao. Fuera llueve. Ayer estrenamos ‘Desmontando a Séneca’ y el público se lo pasó en grande. Se agotaron las localidades y están prácticamente agotadas para las cuatro funciones restantes. Qué pena que esto también vaya a pasar. Me gustaría estar de gira siempre, subirme a un escenario todas las noches, despertarme en un hotel acogedor el resto de mi vida. Un hotel en el que admitieran perros, por supuesto. Y viajaría con los míos de aquí para allá recogiendo aplausos y conociendo ciudades. Pero nada es eterno.

Recuerdo un Sant Jordi firmando ejemplares de mi primera novela, ‘La vida iba en serio’. Había una cola inmensa y, cuando le tocó el turno a una señora, me dijo: “Disfruta este momento porque esto no pasa siempre”. Me quedó grabada la frase pero por cómo la pronunció: sonaba a consejo cariñoso, a advertencia de madre que te pide que tengas muy claro que todo en la vida pasará. Lo malo, claro está, pero también lo bueno. Y está bien que lo tengamos claro: nada es eterno y estamos condenados al olvido. Cuando lo aceptemos viviremos más tranquilos. Quizás, incluso, un poco más felices.

Me acompaña P. a Bilbao para el estreno. Hace años estuvimos aquí con ‘Iba en serio’ durante una Semana Santa. Fuimos a almorzar a Azurmendi, el restaurante de Eneko Atxa, y esta vez hemos hecho lo mismo. Somos animales de costumbres. Vinimos al restaurante siendo pareja y volvemos siendo familia, que es mucho más que pareja. Durante el almuerzo experimento sensaciones más potentes que la felicidad. Los platos de Eneko, la compañía, el paisaje. Uno puede ser dichoso y vivir mortificado porque se recrea en las cosas que no tiene. Todos tenemos carencias pero de nosotros depende regodearnos en ellas o aceptarlas como parte imprescindible de esto que llamamos vida. Tras el almuerzo, una siesta –cada uno en su habitación, claro–, paseo hasta llegar al teatro –qué bella está la ciudad–, y maravilloso encuentro con el público vasco. Viene a verme Patricia Gaztañaga y nos cuesta no darnos un abrazo. Maldito virus. Hemos quedado a almorzar para ponernos al día de muchas cosas. P. se larga a Madrid en el bus de las 12. Lo echaré de menos.

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