Cuando era pequeño, sorprendía ver a una mujer presentando los deportes en televisión. No abundaban. Mari Carmen Izquierdo era una de ellas. Mi padre, culé, no la soportaba mucho porque consideraba que era muy del Real Madrid. Durante muchísimos años fue un rostro habitual de mi infancia y de mi adolescencia –como Isabel Tenaille, de la que estaba enamoradísimo- pero luego le perdí la pista. Me enteré que mi amigo Alberto Maeso la conocía y me producía mucha curiosidad saber cosas de ella. Creo que a la gente de mi generación, la del setenta, nos han marcado los rostros que veíamos de niños por la pequeña pantalla. Recordemos que tampoco había tantos. Solo existía una televisión. Gracias a los buenos manejos de Alberto el miércoles cené con Mari Carmen en la fiesta de Mujer Hoy. Qué placer charlar con ella. Me quedaba embobado escuchándola hablar del Madrid de los setenta, de cómo quemaban la noche periodistas y artistas y al día siguiente no se contaba nada de lo que había sucedido, de la televisión de la época, de los escasos medios con los que se trabajaba y qué buenos resultados se conseguían. Mari Carmen es una moderna. Ella es el ejemplo de cómo me gusta a mí la gente madura: vivida, con criterio, nada mojigata y con amplitud de miras. Ojalá no sólo tengamos un almuerzo. Espero que sean muchos más. Verla me recordó a esa época en la que todos los miembros de mi familia estaban vivos.