Después de mis palabras a la Pantoja me siento libre

23 de septiembre de 2018, 09:39

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Quedan unos días de marejada. Esta mañana, en una foto que cuelgo en Instagram y que nada tiene que ver con el asunto, me encuentro con varios comentarios acerca de mi actuación con Isabel Pantoja. Algunos negativos, nada nuevo bajo el sol. Elemento curioso: rezuman odio y resentimiento, amén de estar cargados de insultos. Luego les pedimos a nuestros políticos cosas que nos cuesta cumplir, como por ejemplo debatir con argumentos. Así que lo que toca en estos momentos es mirar al futuro con una sonrisa y no cargar con malos rollos ajenos.

Pese a haberme metido en la cama pasadas las tres de la madrugada el domingo me despierto temprano. Paso por whatsap para darle los buenos días a O. y a A. y les cuento que después de mis palabras a la Pantoja me siento libre. Dedicándome a lo que me dedico estoy convencido de que nuestros caminos volverán a encontrarse pero ahora ya desde la perspectiva –al menos en mi caso- de la cordialidad, que es un sentimiento más sano que la fascinación para establecer cualquier tipo de relación.

Acepto que Pantoja produzca efectos hipnóticos sobre el personal –al César lo que es del César- pero cuando la llevas observando tantos años acabas detectando su técnica y el efecto sorpresa dura cada vez menos. Es como cuando le descubres el truco a una cómica legendaria. Sobre las nueve y media de la mañana recibo en Instagram dos mensajes recriminándome la actitud que ayer tuve con la folklórica. Y de verdad entiendo que trabajando en la televisión uno debe aceptar que está expuesto a la crítica. Pero lo que no termina de entrar en mi cabeza es que a esa hora tan temprana las personas se dediquen a repartir consejos a diestro y siniestro en vez de disfrutar de un domingo maravilloso. Desde mi cama veo que hoy también podré tomar el sol y darme un baño en la piscina hasta las dos de la tarde, hora en la que saldré de casa para ir a actuar a Murcia. Bendito teatro que me obliga hoy a trabajar y que me hace olvidar que los domingos matan más hombres que las bombas.

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