No me gusta esa juventud a la que pertenece Sofía. Una juventud que enaltece a la gente con pocos años y desprecia a los mayores. Si para esa juventud los de treinta son ya viejos, ¿qué seremos los de cuarenta y cinco? En cualquier caso, creo que me estoy haciendo mayor. Cada vez más a menudo me salen ramalazos de abuelo Cebolleta. Y lo que es peor: me siento orgulloso de ello. De haber pertenecido a una generación que buscaba la soledad para leer o escuchar música. Los más jóvenes ahora buscan la compañía para no decirse nada, para no escucharse, para manifestar a ritmo de emoticón que no tienen nada que comunicarse. Los viejos no interesan y a las mujeres no se las considera. Somos todo un ejemplo de sociedad evolucionada, sí. Pero hacia el cataclismo.