"Belén tuvo una de sus mejores noches -otra más- y repartió estopa a discreción. Me descubro ante su manejo del lenguaje"

5 de abril de 2016, 10:33

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Me gusta que sus “Belenazos” sigan consiguiendo grandes marcas de audiencia. Un 22.9 el del pasado viernes. Bravo por ella y zas en toda la boca a todos aquellos agoreros, cenizos, visionarios y demás pamplinas que llevan preconizando el fin de la Esteban desde el principio de los tiempos.

Hablé con ella el jueves y estaba nerviosa. Buena señal. Si estuviera por encima del bien y del mal y pensara que sólo con su presencia la gente se iba a quedar pegada mal íbamos. Así pues el viernes llegó Belén al plató con su carpetita bajo el brazo, repleta de papeles estudiados, memorizados a la perfección, revisados una y otra vez en casa para no equivocarse. Sabía que se examinaba ante la audiencia. Ha pasado algún tiempo desde que se iniciara el “Toñogate” y la credibilidad de Belén estaba siendo puesta entredicho por sus enemigos porque parecía que no había pasos al frente, información fresca. Pero el viernes se reanudó la fiesta. Belén tuvo una –otra más- de sus mejores noches y repartió estopa a discreción. Me descubro ante su manejo del lenguaje: cuidado, ingenioso a veces, de barrio en su justa medida. Sin querer entrar en detalles pero insinuando – a veces con gracia, otras con graciosa mala leche- dejó muy tocado a un Toño Sanchís que peca de atrevido. Sanchís tiene demasiada fe en su atractivo y en su don de gentes. Mal hecho. Desconoce que todo eso se viene abajo cuando la oratoria no te acompaña.

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