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Almuerzo con unos amigos el domingo y me cuentan que un conocido común se ha suicidado. Lo encontraron en la habitación de un hotel. Es el segundo caso de alguien cercano que conozco esta semana. El suicidio es una realidad cada vez más evidente a la que no le estamos prestando la atención que se merece. Tras una pandemia devastadora está claro que la salud mental de los españoles no pasa por su mejor momento. La sanidad pública debe poseer todos los medios posibles –económicos, profesionales...– para que no nos acostumbremos a convivir con la noticia de que alguien de nuestro entorno se haya suicidado. Cada suicidio que se lleva a cabo en nuestro país es un grito de socorro de una sociedad cada vez más deshumanizada.