Ana Boyer (33 años) se tuvo que frotar dos veces los ojos al ver a Íñigo Onieva (33 años) entrar por las enormes puertas de madera de la casa de Isabel Preysler. Era Nochebuena y había sido invitado por Tamara Falcó (41 años). Estaban a punto de darse de una nueva oportunidad. Y aquella reunión iba a cambiar sus vidas.

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La incómoda encerrona de Tamara Falcó a Íñigo Onieva (que tampoco sabía su familia)

Tamara Falcó e Íñigo Onieva

La reconciliación más mediática de los últimos meses, la de Tamara Falcó e Íñigo Onieva, se produjo a la luz las velas. Pero las velas de una iglesia, no las de un restaurante romántico. Él entendió que, para llegar al corazón de su amada, debía alcanzar primero la santidad. O, al menos, rozarla. ¿Cómo lo haría? Siguiendo con el plan que trazó a la semana de perderla. No faltar a misa, refugiarse en los consejos de un cura y demostrar a la marquesa que había cambiado. Que estaba arrepentido y que no hay nada más cristiano que saber perdonar. En definitiva, hablar su mismo idioma. El 24 tenía ante él la oportunidad perfecta para demostrarle que era otro Íñigo. Le propondría ir juntos a la misa del gallo. Tamara no podía decir que no. Y no lo hizo.

Así que, tras la cena, que por supuesto cocinó la propia chef titulada en Le Cordon Bleu; Onieva llamó al timbre de la mansión de Isabel Preysler. La marquesa no había avisado a su familia. Absolutamente nadie sabía que se produciría esa visita. Ni tan si quiera Ana Boyer, su mayor confidente. No es de extrañar que, tras ver aparecer por la puerta al hombre que había provocado el engaño que duró algo más de un “nanosegundo en el metaverso”, se le escapara una sonora carcajada. Su hermana había vuelto a sorprenderla.

Tamara Falcó

Tras su reconciliación, Iñigo Onieva vuelve a ser uno más en la familia de Tamara Falcó

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“Él saludó a todos y bien. A mi hermana le dio un ataque de risa”. Ana Boyer no se podía aguantar la risotada mientras veía cómo Onieva volvía a su casa. De un plumazo, y sin estar prevenida, entendió que su hermana mayor estaba dando una nueva oportunidad al hombre que tanto daño le había hecho, pero del que seguía rematadamente enamorada. Se dijeron feliz navidad, se dieron dos besos y tanto la abogada como su chico, Fernando Verdasco, vieron partir a los futuros marido y mujer en dirección a la iglesia donde se celebraría la eucaristía de la madrugada del 25.

La relación de Ana Boyer y su cuñado Íñigo Onieva

Ana Boyer y Tamara Falcó siempre han sido dos hermanas con una tremenda complicidad. Quizás las dos que más de toda la numerosa familia Preysler. Se han criado juntas y no se llevan demasiada diferencia de edad. Siempre han sido la confidente de la otra. Se han protegido y se han apoyado en los momentos más duros. Cuando la letrada empezó su relación con Fernando Verdasco sabía que era de suma importancia que este encajara en la vida de ellas. Tamara debía aceptarle, casi darle el visto bueno. Por suerte, todo fue sobre ruedas. El tenista se convirtió casi en un hermano más para la marquesa, que aspiraba a que, cuando ella tuviera pareja corriera la misma suerte. Entonces, Íñigo Onieva apareció en su vida.

Íñigo Onieva, de tremendo atractivo no solo físico, sino también en las distancias cortas, se ganó absolutamente a todos. Enamoró a toda la familia, y fue uno más en las reuniones de las hermanas. Encantado con Ana y con Fernando, el relaciones públicas se desvivía con los proyectos de sus cuñados. Y ahí le teníamos, luciendo las gorras de la marca que estos habían lanzado. Una prenda que, en sus momentos de mayor desencanto post ruptura con Tamara, dejó de usarla; pero que ha vuelto a retomar al mismo tiempo que volvía a poner en marcha sus planes de boda. En sus fotos al Polo Norte, no le ha faltado. Dando a entender que no solo Falcó le ha perdonado, sino que vuelve a ser uno más en los Preysler.