Infidelidades y estrecheces económicas, así fue la complicada separación de Lucía Bosé y Luis Miguel Dominguín

Con tres niños de por medio, y siendo una de las parejas más destacadas de su tiempo, Lucía Bosé y Luis Miguel Dominguín iniciaron una separación que casi acaba en guerra

foto autor Conchi
Conchi Álvarez de Cienfuegos

Redactora Jefe de Clara Corazón

LUCIA BOSE Y LUIS MIGUEL DOMINGUIN
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La batalla tras la separación de Lucía Bosé y Luis Miguel Dominguín llegó a ser tan cruenta, que se extendió el rumor de que la primera le había prendido fuego a la casa de su marido. Pero fueron solo eso, rumores; pero sí que ayudaron a conformar una de las mayores leyendas del desamor de la crónica social. 

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Lucía Bosé y Luis Miguel Dominguín habían sido una pareja extraordinaria. Dos bellezones enamorados locamente, que se casan al poco de conocerse, tienen una familia soberbia pero que, conforme el tiempo pasa, descubren aquello que, desde fuera, se veía a leguas: marido y mujer están en las antípodas de todo lo que es el otro.  Así que alegarían diferencias irreconciliables ante el juez. Ella, “la italiana”, como la llamaban con cierto desprecio la familia de él, moderna, con ganas de ser mucho más que la mujer de un torero; y él, ultrachapado a la antigua e infiel (casi) desde aquel ‘sí, quiero’ pronunciado en Villa Paz, la finca de Saelices. Una boda con mantilla blanca y embarazo disimulado.

LUCIA BOSE Y LUIS MIGUEL DOMINGUIN
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A los meses del enlace, el segundo pues ya se habían casado apenas unos meses atrás en Las Vegas, nació Miguel, y, tras él, Lucía, Paola y Juan Lucas, que falleció al mes de vida.  Y lo mismo que los niños iban sumando años, el torero iba sumando amantes. Incontables. Hasta que un día, trece años después de aquella boda, la actriz de ‘Muerte de un ciclista’ se cansó y dijo, “Luis, hasta aquí”. Había descubierto que su marido había iniciado un romance con su prima hermana, Mariví Dominguín, que era veinte años menor que él y a la que Lucía había visto crecer en la finca. Tuvieron una monumental pelea, hasta tal punto que la actriz se reveló contra la joven cuchillo en mano. Esa misma noche, un incendio puso todo patas arriba. El fuego acababa con uno de los matrimonios más famosos de todos los tiempos. Y empezaba entonces una época marcada por las estrecheces económicas. 

En 1968, la revista Lecturas se convertía no solo en narradora de las desavenencias entre ambos sino, también, en portavoz de las versiones de uno y del otro, pues el ex matrimonio usaba a la prensa en su guerra sin cuartel. Tal y como recogió entonces nuestra revista, Lucía Bosé reclamaba tres cosas fundamentales a su ex; la primera y más importante, la custodia de las tres criaturas, la segunda el chalet en Somosaguas, que había sido idea suya, y la tercera una pensión mensual de 200.000 pesetas en concepto de manutención de los niños. 

Lucía bose y luis miguel dominguin
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Ella, tanto como por necesidad como por recobrar su antigua vida, volvió a los rodajes. Tenía que que ponerse en marcha si quería sacar adelante a su familia, así que pronto encontró un papel para su esperadísimo regreso al cine. Hizo bien porque la justicia no le dio la razón y sí a Dominguín. La custodia sería para el padre y a ella le otorgaría una pensión de 40.000 pesetas, una cuarta parte de lo que ella había solicitado en un principio. Al final, el ex matrimonio llegó a un acuerdo. Aunque también se ha dicho que ese acuerdo se firmó después de una amenaza, escopeta mediante. Los niños podrían vivir, de manera indistinta, con uno o con otro progenitor. Además, se quedó con el chalet de Somosaguas. Pero la cuestión económica no subió. Se mantuvieron las 40.000 pesetas. "Luis trató de ponerse de acuerdo conmigo, dejándome a los niños y la casa de Somosaguas.", contó Lucía Bosé en una entrevista con Lecturas en el año 1968. "Yo tenía derecho a todo lo que Luis y yo poseíamos en familia, pero preferí renunciar y dejárselo todo a él".  ¿El por qué? La Bosé aún estaba enamorada del torero. 

Lucía bose y luis miguel dominguin
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"Sí, lo amo todavía. Quiero a Luis Miguel Dominguín", confesaba en la misma entrevista. "No excluyo la posibilidad de que un día hagamos las paces. Trece años de matrimonio no se pueden cancelar así como así". Pero no fue así. En 1968, la intérprete contaba que la separación de su marido apenas había afectado a los niños, "en apariencia no ha cambiado nada para ellos. Luis viene a menudo, comemos todos juntos y él discute con los niños".  Y vaya si discutían; años después Miguel Bosé recordaría todos los desencuentros que tenía con su progenitor, ya que ambos tenían el mismo carácter. El choque más fuerte que tuvieron fue durante un día de caza, cuando su padre le obligó a disparar contra una cierva. "Eres un cobarde, eres un débil", le llegaría a decir su padre, él acabó con la vida del animal pero, cuando descubrió que el animal estaba encinta, se fue hacia a su padre para golpearle. "Recuerdo que reaccioné muy mal. Fui a darle puñetazos, lo llamé ‘hijo de p**a’ y me fui caminando solo".

Lucia bose miguel
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Lucía Bosé recuperó su vida como artista. Realizó numerosos trabajos y siguió en contacto con personalidades del mundo de la cultura. Picasso era uno más en su casa, cuando estaba de visita. Les dejaba dibujos que, pasados los años, han sido objeto de juicios entre los Bosé. También recibían las visitas de autores como Hemingway, o directores de cine como Visconti. Y, a pesar de todo el relumbrón de sus invitados, a la actriz había épocas en las que le costaba llegar a final de mes. El trabajo de actriz es muy desigual y si había rachas en las que no facturaba nada, las 40.000 pesetas que pasaba "el torero" eran, del todo, insuficientes para mantener la casa y los niños. Le ayudaría en este desempeño la famosa Tata Reme, con cuyas herederas acabaría a vueltas debido al retrato que le había hecho Picasso y Lucía que acabó subastado en un mal momento económico. 

Fue el amor del cien a cero, del todo a la nada. Tan inflamable como ellos. Como esa casa que acabó ardiendo un 31 de diciembre. Una pasión tan desmedida, que, al menos Lucía, jamás fue capaz de sacarse de encima; como intoxicada por ese humo que lo envolvió todo en la última noche del año. 

 

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