“Yo no tuve infancia. Me la robaron entre todos”. Así empieza el relato que Miguel Frigenti ha querido compartir con motivo del día del Orgullo. Un testimonio que muchos otros podrían firmar palabra por palabra, que se encuentra, desgraciadamente, demasiado extendido en el seno del colectivo LGTBI. “No sé si algún día superaré lo que viví durante los primeros catorce años de vida. A día de hoy, con casi treinta años, sigo pagando un precio muy alto por ello”. Imposible no emocionarse al leer el sufrimiento, la desesperación, el miedo de un niño víctima de acoso y vejaciones por el hecho de ser diferente al resto. “Era un infierno constante, era mi vida”.

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“Se supone que la infancia debe ser la mejor época de tu vida. Todos los niños merecen ser respetados y queridos, pero la realidad es bien distinta. Yo no tuve infancia. Me la robaron entre todos”. Miguel Frigenti ha querido rescatar un texto que escribió hace cuatro años para compartirlo el día del Orgullo LGTBI. Una confesión en la que plasma la terrible infancia que tuvo que soportar. “Todavía tengo pesadillas en las que vuelvo a estar apoyado en un muro de color verde, en el centro del patio del colegio, completamente solo, con mis pensamientos y el único consuelo de una voz interior que me dice que en el futuro todo cambiará. Que todos los que me insultan y desprecian me verán salir adelante”.

Es este testimonio algo demasiado común entre los niños LGTBI. Lo era hace treinta años, lo es ahora también, aunque, por suerte, las cosas van cambiando. “Que te tiren las sillas de clase encima, que te lancen comida en el comedor del colegio y que nadie haga absolutamente nada para impedirlo, que te esperen cuatro personas en la puerta del colegio mientras una manada hace corro esperando para ver como te pegan patadas en el estomago y ningún profesor haga nada”.

Miguel Frigenti

Miguel Frigenti ha compartido el desgarrador relato de su infancia con motivo de la celebración del Orgullo LGTBI

Twitter @miguelfrigenti

Fueron años en los que me dejaron roto, sin rumbo. No soportaba más agresiones, estaba demasiado cansado. Mi voz interior, la que me decía que aguantara, supongo que una autodefensa básica del ser humano, tampoco hacía efecto”. Durante catorce años, vivió un infierno que ningún niño debería experimentar, que ningún ser humano debería vivir. Su historia tiene un final feliz. Otros no lograron soportarlo. “Sé que las cicatrices me acompañarán el resto de mi vida. Ningún niño se merece eso, ninguno”.

“No soy quien, para dar consejos, menos cuando a día de hoy sigo lidiando con una situación que me destrozó por dentro. Les digo que no callen, y lo más importante, que no se sientan culpables. Que no son inferiores, y que el sol siempre sale, aunque a veces tarde en hacerlo. Que los sueños se cumplen, y que llorar no es malo, limpia el alma. Que no vivan con miedo, y que no cambien. Al final creces y conoces gente que merece la pena, descubres la verdadera amistad y el verdadero amor, y te lo pasas genial viviendo”. Mil gracias, Miguel, por tu testimonio. Nadie se merece pasar por esto.