De nuevo una manada. Agresiones sexuales y una víctima con secuelas que necesitarán de tiempo, de cuidados y de especialistas para sanar. Las externas y la internas. Cada cierto tiempo asaltan las informaciones relativas a una agresión sexual grupal que nos sigue revolviendo en un contexto de violencia sexual que no deja de crecer. Esta vez, hay un elemento que convierte el caso en más desgarrador si cabe: la edad de los acusados y de la víctima. Todos estudiantes de 2º de la ESO de un colegio concertado religioso de Valencia que presuntamente protagonizaron los hechos durante un viaje a Málaga, en marzo de 2023.
Amenazas de otro menor
La víctima, que ahora tiene 15 años, entró en estado catatónico durante unos días y sufrió “un trastorno de estrés postraumático cronificado con graves episodios de amnesia disociativa”, según el informe que firmó el psiquiatra que lo trató. Ahora, dos años después de la presunta violación grupal, la Fiscalía de Menores de Valencia solo acusa a uno de los siete implicados. Dos de los sospechosos son inimputables. O lo que es lo mismo, carecen de responsabilidad penal porque tenían 13 años cuando sucedieron los hechos. A otros dos, la jueza les sacó del procedimiento, es decir, firmó un auto de sobreseimiento. ¿Por qué?
Se negaron a declarar, se acogieron a su derecho de no hacerlo, y la magistrada entendió que no había pruebas suficientes para seguir acusándolos. Ante ese sobreseimiento, la acusación presentó un recurso que aún debe resolver la Audiencia de Provincial de Valencia, que determinará si la revoca o la ratifica. En el procedimiento aún hay otro menor que en su caso fue investigado por acosar y amenazar a la víctima para que no contara a nadie lo que sucedió en la conocida ya como “la habitación de los horrores”.
Bullying salvaje
El infierno que padeció la víctima empezó mucho antes que la agresión sexual. Durante el curso, el menor sufrió episodios de burla y acoso por un grupo de alumnos de su clase que se reían de su aspecto, de las gafas, del acné o la forma, decían, en que se comía el bocadillo en el recreo. Siempre quedaba excluido de las actividades escolares que realizaban en grupo. Le obligaban a sentarse lejos de la pizarra, en la última fila. El acoso iba cada vez a más. Llamaban a horas intempestivas a su móvil desde un número oculto. Enviaban contenido pornográfico a su teléfono con relaciones sexuales heterosexuales y homosexuales, y vídeos sobre procedimientos para alargar el pene.
Un hotel de Benalmádena
El acoso escolar culminó en un hotel de Benalmádena durante unas jornadas deportivas organizadas por una fundación religiosa. El 28 de marzo de 2023, la manada rodeó al menor en un pasillo y le obligó a entrar en el cuarto de baño de una de las habitaciones. Le mostraron vídeos pornográficos, se masturbaron delante de él, le amenazaron con frases como “hazte una paja o morirás” y le agredieron sexualmente tras cerrar con pestillo. Mientras unos forzaban a la víctima, otros animaban a los agresores, y el cabecilla gritaba: “Que sufra, que sufra, quiero ver cómo sufre”, según consta en el relato de hechos que aparece en el durísimo escrito firmado por la Fiscalía de Menores.
El acoso nunca cesó
Las vejaciones y humillaciones no cesaron tras el viaje. Una vez en Valencia, la manada continuó con su acoso dentro y fuera del centro. Le aterrorizaron para que guardara silencio y lo amenazaron utilizando las redes sociales. Los peritos contabilizaron más de 300 llamadas de Whatsapp intimidatorias, que el psiquiatra de la víctima también recogió en su informe.
El menor tenía miedo de que sus acosadores hicieran lo mismo a su hermano pequeño, que estudiaba en el mismo colegio. De ahí que optó por guardar silencio y asumir el calvario de vejaciones y humillaciones que poco a poco fueron dinamitando su equilibrio emocional.
A medida que pasaban los días, el estado anímico del menor empeoraba, pero seguía callado y negando que le pasara algo cada vez que sus padres o sus profesores se interesaban por su apatía. Estaba aterrorizado, quería proteger a su hermano y atrapado en lo que vivía como un infierno sin opción de salida. Dos meses después de la agresión sexual, el menor se desplomó un día sobre los brazos de su madre y entró en estado catatónico tras sufrir un severo estrés emocional.
La víctima permaneció ingresada en el Hospital de la Fe de Valencia durante 35 días, en dos periodos. En la actualidad sigue recibiendo tratamiento psiquiátrico.
El psicólogo denunció
Los informes que aparecen en el atestado de la agresión sexual son aterradores. El primer psicólogo que atendió a la víctima logró que le relatara el trauma que le atormentaba. “Escenifica estar rodeado por un grupo de chicos de los que da los nombres, echando baba por la boca con elevado nivel de bloqueo y angustia, refiriendo que la baba es semen y refiriendo inmovilidad”.
Pese a los episodios de amnesia que sufrió por su bloqueo emocional, el menor logró describir unos hechos constitutivos de los delitos de agresión sexual, detención ilegal y amenazas. Ese primer psicólogo que le atendió habló con los padres y no dudó en acudir al juzgado de guardia y denunciar. E hizo algo más. Entregó una copia de la denuncia a la directora del colegio donde siguen estudiando todos los implicados.
Una declaración infernal
La Fiscalía de Menores tomó declaración a la víctima y siete de los adolescentes señalados, dos de ellos inimputables, menores de 14 años. Al final solo acusa a uno para el que pide una pena de 15 meses de internamiento en régimen cerrado, más dos años de libertad vigilada y la obligación de someterse a un programa formativo de educación sexual.
La declaración de la víctima no fue fácil, por el bloqueo emocional y los episodios de amnesia. Durante las entrevistas con sus psiquiatras sí pronunció los nombres de los compañeros que protagonizaron la agresión sexual. Sin embargo, en el momento de declarar en sede judicial, pese a que se realizó en un espacio seguro, redecorado para que el menor se sintiera protegido, sus palabras no fueron del todo precisas en el momento de identificar a los agresores.
Cuando trascendieron los hechos y la investigación, el menor y sus dos hermanos abandonaron el colegio, no así los presuntos agresores. Otros diez alumnos abandonaron el centro, los miembros de la asociación de padres de alumnos dimitieron en bloque y la dirección del colegio prohibió los viajes y las pernoctaciones fuera de Valencia.
El centro, responsable
El pasado 20 de febrero, y tras varios escritos de la acusación particular, finalmente la jueza admitió la responsabilidad civil directa del centro educativo en los hechos. Las directoras de la fundación religiosa a la que pertenece el centro, Julia Moreno, así como la responsable en el colegio, María Dolores Esteban, comparecieron recientemente para recordar la presunción de inocencia de los acusados y asegurar que se pusieron a disposición de los investigadores en cuanto tuvieron conocimiento de los hechos.
Tras la agresión sexual, la víctima y sus agresores convivieron un trimestre en las aulas, porque nadie, explicaron las responsables, sabía lo que había pasado. En cuanto a los acusados, siguen con normalidad en el colegio, aunque bajo un control y seguimiento estricto de sus tutores y profesores, sin que se tome ningún tipo de medida hasta que haya una resolución firme, advirtieron las directoras.
LECTURAS omite intencionadamente el nombre del colegio y la fundación religiosa que lo regenta para preservar y proteger a la víctima, así como la presunción de inocencia de los acusados.