Felipe de Edimburgo, el más leal de los maridos infieles

6 de mayo de 2017, 12:11

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Felipe de Edimburgo ha anunciado su jubilación pero lo extraordinario es que, a punto de cumplir 96 años (los hace el 10 de junio) feche su retirada para el próximo otoño. Largo me lo fiáis duque, porque a esas edades cada semana cuenta y vete a saber cuánto tiempo podrá disfrutar de su merecido descanso después de ir, como hasta ahora, diez pasos por detrás de Isabel II como ha hecho los últimos 70 años, o al menos los últimos 65 desde que su esposa fue proclamada reina.

Al duque de Edimburgo hay que reconocerle su lealtad absoluta a su esposa y a la Corona, aunque es de todos sabidos que a lo largo de su vida ha ido coleccionando amigas entrañables escogidas entre la aristocracia inglesa, incluida Susan Wright, la madre de Sarah Ferguson. Y es que Felipe siempre fue un pincel, un chico guapo, rubio, deportista y simpático a quien su tío Luis Mountbatten educó y preparó para ser el consorte de la reina de Inglaterra. Nunca tuvo muchas luces pero las suficientes para iluminar su camino y encandilar a la jovencita Isabel quien a los 13 años ya bebía los vientos por su apuesto primo lejano.
La serie 'The Crown', emitida por Netflix, dibuja estupendamente al ahora prejubilado en sus primeros años de matrimonio. Curiosamente, la llegada de la serie a España coincidió con el final del caso Nóos y viendo los diferentes episodios no podía evitarse confundir al joven duque de Edimburgo de la serie con Iñaki Urdangarin por lo mucho que se parecían tanto en lo físico como en la actitud, entre infantil y sobrada, de no querer aceptar que su papel era el de estar siempre por detrás de su mujer y, al mismo tiempo, asistirla en sus funciones.
A Felipe de Edimburgo le leyó la cartilla su suegro, Jorge VI, quien le dejó claro que se quitara de la cabeza tener una actividad propia porque ya tenía una asignada: ocuparse de sus hijos, cuidar de su mujer y no fastidiarla. El duque le hizo caso y aceptó su destino; no es el caso de Urdangarin quien acabó por convencer a su mujer, la infanta Cristina, de que él tenía la razón. Aunque, evidentemente, el papel y la posición institucional de Cristina de Borbón no pueden compararse con el de la reina de Inglaterra, puedo afirmar que no he visto mejor retrato de Urdangarin que el que en la serie The Crown hacen de Felipe de Edimburgo en sus primeros años.
Con los años, el joven duque que se rebelaba por no poder tener vida propia acabó conformándose y, aunque en público iba por detrás de la reina, en privado se puso el mando de la familia siendo un hombre tan estricto que de sus cuatro hijos, Carlos, Ana, Andrés y Eduardo, acobardó a los varones y acabó convirtiendo en un machote a la única chica. Felipe de Edimburgo se refugió en el polo, la caza, los trajes a medida, la conquista de las ladies y sus bromas que, en algunos casos, rozaban la astracanada, pero siguió al lado de su mujer, a quien no habrá sido fiel pero sí leal.
A diferencia de Alberto, el marido de la reina Victoria, Felipe de Edimburgo no pasará a la historia por su papel callado y efectivo en la transformación de la monarquía británica. Lo más sobresaliente que ha hecho en su vida fue, primero, obligar a Carlos a casarse con Diana y acabar de una vez con sus dudas y sus tonterías y, después, ser el enemigo número uno de la famosa princesa y ganarse hasta el infundio de que fue él quien, junto a los servicios secretos británicos, planeó la muerte (sería asesinato) de Diana. Me parece que no da para tanto.
Felipe de Edimburgo es un personaje y quizá hasta un modelo para otros consortes y 'consortas'; puede que no sea un buen hombre, ni haya sido un buen padre, pero hay que reconocerle que se ha esforzado y ha permanecido al pie del cañón, siempre con una planta impecable, hasta los 96 años. Tiene derecho a descansar aunque ya no le quede mucho tiempo.

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