Cartago, nuestro primer galgo, se ha ido

Fue el primer galgo que llegó a mi familia y el primero que se ha ido. Estamos destrozados. Miro a P. y me hacen daño esos ojos tan hinchados de tanto llorar. Por la mañana lo llevamos al veterinario porque estaba un poco raro. Pensábamos que no era nada, es más, recuerdo que bromeábamos con que todavía le quedaban muchos años de vida. Pero al mediodía me llamó P. para contarme que la cosa pintaba mal. “Voy corriendo para allá, quiero estar con él”, le contesté. No llegué a tiempo. Había fallecido minutos antes. Lloré. Y P. también. “¿Quieres que te lo preparemos para verlo?”, me preguntaron en el centro. Y yo dije que sí, claro. Me impresionó el frío que iba adquiriendo su cuerpo. Quise quedarme a solas con él unos instantes. Y agradecerle las alegrías que nos había dado durante los casi seis años que estuvo con nosotros. Antes de decirle adiós definitivamente le tapé con la mantita. Cartago siempre ha sido muy friolero. Me llegó al alma su mirada inerte, vacía. Y me costó dejarle solo. Hubiese pasado el día entero con él.

Al llegar a casa advertí un silencio extraño, desconocido. Quedan tres perros, sí, pero estoy convencido de que los tres ya extrañaban al mayor de la manada. Qué pena más grande. Qué tristeza más grande. Qué silencio desde que te has ido. Hay gente que dice que prefiere no tener perros por el dolor que conlleva sus muertes. Yo prefiero pasarlo mal pero haberte conocido, acariciarte, besarte, cuidarte. Te queremos, Cartago. Y te querremos siempre, no lo olvides.

Por la tarde me tocó grabar ‘Got Talent’. Saqué adelante el trabajo gracias a todos mis compañeros, que estuvieron cariñosísimos conmigo. Y me emocionaron hasta la lágrima las muestras de afecto que recibí tanto a través de las redes como de mensajes en el móvil. En su día llevé a Cartago a la televisión, aparece conmigo en la fotografía de mi primer libro y he escrito muchísimas veces sobre él en estas páginas. Quizás gracias a él se hayan conocido un poquito más las duras condiciones de vida que llevan muchísimos galgos en España. A Cartago lo encontraron vagando muy desorientado por las calles de Murcia. Qué paradoja, ahora los que estamos así somos P. y yo. Paseamos por la casa con la lágrima a flor de piel, con la vaga esperanza de encontrarnos con él y pensar que todo esto ha sido un mal sueño. Pero pasan los días y no aparece. Es una sensación extraña. Luchamos por no regodearnos en el dolor pero, de repente, nos encontramos con la mirada perdida y un silencio denso y oscuro como la tristeza se cuela entre nosotros. Yo le digo a P. que es un dolor bonito porque hemos contribuido a salvar del abismo a un animal y entonces intentamos sonreír pero no nos sale más que una mueca rara. Cartago se ha ido pero en breve nos pondremos en contacto con Baas Galgo para iniciar la adopción de otro. Seguro que él estará orgulloso de que salvemos a otro perro del abandono.