"Rajoy me produjo ternura. Soy así de facilón. Creo que si me hubiera quedado charlando cinco minutos más con él le hubiera dado mi voto"

José Jiménez

17 de junio de 2016, 11:29

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El jueves por la noche,  al recorrer los pasillos de Mediaset para dirigirme al plató de Supervivientes, me topo con varios señores vestidos de traje con una pinta de escoltas que echaba para atrás. Había uno especialmente mono. Rubito, parecía del Este. Alto, con pinta de empotrador. Intento hacerle una gracia y me dirige una sonrisa de compromiso. Todos esos muchachos aguardan a que Rajoy salga de una entrevista con Pedro Piqueras. Llego a mi plató y a los pocos minutos advierto fuera un revuelo considerable. Es el Presidente, que abandona los estudios. Me asomo a la puerta como una portera y aparece él, dirigiéndose al trote a su coche. Carmen Fernández de Castro, su jefa de prensa, me saluda a lo lejos y Rajoy advierte mi presencia. Dios, viene hacia mí. Me tiende la mano y yo estoy a punto de preguntarle quién cree que va a salir expulsada esta noche –Yola, Steisy o Dulce- pero me quedo un poco atontado y le invito a entrar el plató. Él, en vez de sorprenderse ante dicha ocurrencia, se mira el reloj y me dice: “No, no puedo. Dentro de diez minutos tengo que dar un mitin”. Y pronuncia esas palabras casi con resignación, como si lo que de verdad le apeteciera es irse a su casa para ver mi programa. Me produjo ternura. Soy así de facilón. Creo que si me hubiera quedado charlando cinco minutos más con él le hubiera dado mi voto. Así, de tapadillo, metidito en un primoroso sobre blanco. Dos señoras presencian la escena. Primero le piden a Rajoy hacerse una foto con él. Luego a mí. Les da igual ocho que ochenta. Son cazadoras de carne famosa. Que luego no se extrañen si las presas salimos huyendo en cuanto detectamos su presencia. Ley de vida. Ley de naturaleza.

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