20 de agosto de 2015, 08:46
"No hay vuelta atrás: los toros acabarán desapareciendo en España"
No hay vuelta atrás: los toros acabarán desapareciendo en España. Y entonces nos convertiremos en un país más avanzado. Jamás habían estado tan cuestionados. Superada la época en la que la tauromaquia se consideraba un arte, por fin comienza a calar en la población la sensación de que algo falla en toda esta historia. Antes se apelaba al romanticismo para justificar la muerte del toro: moría dignamente, luchando contra el ser humano, enfrentándose a su destino. Nos tragamos esa bola como quien comulga con ruedas de molino. Yo, el primero. Pero ya está. Ya basta. No más. Ya nos hemos divertido bastante a costa del sufrimiento animal. Que se lo pregunten sino al rey emérito, que sigue acudiendo a los toros despreciando la sensibilidad de millones de personas que fueron sus súbditos. Y a su hija Elena, que incluso lleva a las plazas a sus hijos menores de edad. Ellos representan la peor cara de los Borbones: juerguistas de manual antañón, egoístas, insolidarios y superficiales. Dos señoritos de postín que manchan la labor de Felipe VI y Letizia. No estoy de acuerdo con los tuits que le han deseado la muerte a Francisco Rivera. No me gusta que se promueva el odio. Le deseo una pronta y rápida recuperación. Escrito lo cual: Rivera escogió torear esa tarde. Dudo que, puestos a elegir, el toro que lo cogió hubiera preferido morir en una plaza tras más de una hora de continuo sufrimiento. La muerte es uno de los actos más íntimos a los que tiene que enfrentarse un ser vivo. No debemos consentir que se siga convirtiendo en un espectáculo.
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