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Sucede después de uno de los ensayos de 'Grandes Éxitos' que vuelvo a casa pensando “¿qué necesidad tengo yo de meterme en estos fregaos?”. El coreógrafo habla de compases y a mí me parece que habla en esperanto. Me veo al lado de mis compañeros —Marta Ribera, Beatriz Ros y Alejandro Vera— y me siento ridículo. Vuelvo a casa de bajón.
Antes de irme a dormir me peso y la báscula dictamina que he cogido algunos gramos. P. se ríe de mis histerias y me dice que me pongo muy gracioso cuando me da por ponerme en plan negativo. Al día siguiente todavía me quedan unas pocas ganas de llorar pero se me pasan enseguida. Recapacito y me siento muy feliz de poder hacer lo que me gusta: teatro. Y llego a la conclusión de que no hay nada mejor para evolucionar que darte cuenta de que siempre hay gente con más talento que tú.