María Patiño y yo tenemos un grado inconsciente que viene de fábrica

22 de abril de 2020, 06:00

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He contado la historia mil veces pero la repito por si alguno no la sabe: María Patiño y yo nos conocimos hace la tira de años un verano en Marbella. Ella trabajaba para una agencia de prensa y yo para la revista Pronto. Nos hicimos amigos y ella me pasaba información para que yo la contara en ‘Extra Rosa’, con Ana Rosa Quintana y Rosa Villacastín.

Han pasado veinte años y creo que en lo esencial no hemos cambiado: los mismos miedos, las mismas inseguridades. A veces, cuando estamos trabajando, la miro y pienso: “Pero si ya casi tiene 50 años”. Vamos, como yo. Pero es que a mí antes la gente de 40 me parecía que estaba al borde de la jubilación. Y aquí nos tienes a los dos, enfrentándonos a la vida con la pasión de un adolescente. Si algo no nos ha quitado la vida es esa afición a meternos en charcos como si fuéramos niños.

Deberíamos haber aprendido a guardar más la ropa mientras nadamos pero tenemos un grado de inconsciencia que viene de fábrica y lo podemos intentar domar un poquito, pero en cuanto nos descuidamos sale por los fueros y nos mete en situaciones a veces complicadas.

Pero eso es también la vida: jugar con el peligro. Intentar seguir en la batalla aunque a veces la tengas perdida. A veces me pone de los nervios y otras me la llevaría a casa para siempre, pero una cosa está clara: cuando estemos cerca de los cien años y vivamos frente al mar, brindaremos por este tiempo en el que estuvimos a punto de volvernos locos. Si es que no lo estamos ya.

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