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No deja de sorprenderme Rosa. Su imagen no tiene nada que ver con aquella chica que apareció en nuestras vidas hace más de 10 años pero todavía almacena muchas de sus inseguridades.
Hoy es una mujer atractiva a la que la audiencia adora pero ella no termina de creérselo. Ha vivido muchos años escondiéndose o intentando pasar lo más desapercibida posible y ahora cree que no se merece todo lo bueno que le sucede. Quizás radique ahí parte de su éxito, en esa manifestación de auténtica sorpresa cuando le dices alguna cosa bonita. Me encanta que venga a ‘Sálvame’ y piropearla. Me pasa lo mismo con Alaska; disfruto cada vez que viene al programa. Cuando yo estudiaba BUP llevaba mi carpeta forrada con sus fotografías y es de los pocos ídolos que, una vez conocidos, me gustan todavía más. Siempre que P. y yo pillamos un capítulo de ‘Alaska y Mario’ nos enganchamos así que ya nos sabemos algunos diálogos de memoria. De Alaska me atraen un montón de cosas pero lo que más, que no tenga prejuicios: cuando viene a ‘Sálvame’ lo mismo te habla de la existencia de Dios que de los últimos disgustos de Belén. El pasado viernes coincidió con ella y se alegró muy sinceramente de lo bien que iba su proceso de recuperación. La nueva Belén está dando muchas alegrías a mucha gente pero, sobre todo, a sí misma.