Jamás he perdido tanto tiempo ligando en Grindr como en estas vacaciones

Antes de que den las doce de la madrugada. Esa es mi idea, pero luego la vida te pone cualquier cosa por delante, y qué vas a hacer, pues tirarte a la piscina. Pero lo veo crudo: confieso que jamás he perdido tanto tiempo viendo el Grindr como en estas vacaciones.

Cuando llegas a un lugar nuevo, el Grindr te recibe con los brazos abiertos. Te da la sensación de que te vas a pasar todas las vacaciones sin salir de la cama, con uno, con otro, con varios, con docenas de varios. Tengo que decir que mi experiencia con el Grindr no es positiva. A los que gusto me espantan, y los que a mí me molan no me dan ni la hora.

Aquí tengo como foto de perfil mi torso, que para mi edad creo que está bastante bien. De vez en cuando percibo interés, pero lo peor viene cuando te piden la foto de cara, la envías y no recibes respuesta. Es como volver a la adolescencia: esos “noes” se te clavan en el alma como dagas afiladas.

Aquí es cuando echo de menos ser famoso, porque en España siempre hay alguien que quiere llevarse al catre al que sale por la tele. Pero como por aquí no me conoce ni Blas, mi éxito está siendo relativo. Muy relativo. Vamos, inexistente. Me llamó la atención que un señor sueco de treinta y tantos, casado con una mujer que no sabía que a su marido le iba la marcha, quisiera quedar conmigo. Me enviaba unas fotos de lo más explícitas.