Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

jorge javier
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Esta mañana me iba a tomar un café, pero no me lo he tomado por no ofender a los amantes del té. Estuve a punto de hacerme pan con tomate, pero desistí por no hacerle feo a un cruasán. Iba a hacer deporte, pero colgué las zapatillas en solidaridad con los que odian los gimnasios. Luego, cogí un libro, pero lo estampé contra la pared enfadado conmigo mismo por no haber caído en la cuenta de la cantidad de árboles que se talan para que yo disfrute de un momento de solaz. Llamé a mi madre, pero colgué al instante en protesta por el roaming y su puñetera abuela. Quise comer, pero no fui capaz de llevarme una triste cucharada de arroz en solidaridad con los concursantes de la próxima edición de ‘Supervivientes’. En el supermercado, se me acercó un maromo joven y fornido y, con los labios humedecidos de puro placer, me invitó a dar rienda suelta a nuestra pasión. Pero cuando ya estábamos en su coche rumbo al séptimo cielo, me tiré en marcha porque me agobié al pensar que estaba a punto de alcanzar un orgasmo mientras la mayoría de la población estaba trabajando para sacar adelante el país. Para paliar la desesperación por el orgasmo perdido, abrí una botella de un vino tinto buenísimo, pero la cerré por temor a dañar a la uva en general y a la de ese vino en particular. Quise echarme una siesta, pero cuando estaba a punto de coger el sueño me levanté de un salto para enviarle todo mi apoyo a los insomnes. Eché de menos el culo de un amante, pero me fustigué porque me sentí sucio. Pensé en correrme una juerga, pero me flagelé por hedonista. Al meterme en la cama, pensé que vaya mierda de vida llevaba, me morí y, ahora que estoy en el más allá, se me sube el alma por las paredes pensando en el tiempo que he perdido viviendo sin vivir en mí.

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