Tras muchos meses de retraso, veo por fin ‘Call me by your name’. Fue el viernes, en casa, después de presentar tres noches seguidas ‘Supervivientes’. Estuve a punto de quitarla en un par o tres de ocasiones porque me interesaba más bien poco lo que sucedía hasta que, de repente, ¡zas! Sale el gordo y empiezo a quedarme pegado a esa conmovedora historia de amor entre un chico joven y otro todavía más joven. Acabo llorando por varios motivos –no aclararé demasiados porque no quiero destripar nada–, pero, fundamentalmente, por la estremecedora conversación que mantiene el padre con su hijo.

La peli me deja revuelto para bien. Empiezan a venir a mi memoria mis primeros escarceos sentimentales, y aparecen en mi cabeza mis escapadas a Canarias. Quizás porque relaciono el amor –o lo que sea–con el buen tiempo.