Kasia Gallanio, la jequesa de Qatar que ‘murió de pena’ en Marbella

Kasia Gallanio fue princesa de Qatar a raíz de su boda con el príncipe Abdelaziz bin Khalifa Al-Thani. La jequesa moría en su casa de Marbella el pasado mayo

Kasia Gallanio fue encontrada muerta en su casa de Marbella el pasado mayo

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Conchi Álvarez de Cienfuegos

Redactora Jefe de Clara Corazón

1 de diciembre de 2022, 06:30

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Tenía solo 46 años cuando fue hallada muerta el pasado mayo. Kasia Gallanio era una norteamericana con doble nacionalidad. Nacida en Cracovia y que se convirtió, con solo 19 años, en princesa de Qatar. Una historia de cuento. Pero el relato de Kasia está más cerca de las espeluznantes narraciones de los Grimm que de las versiones almibaradas de Disney.

Cuando era una niña, toda su familia se trasladó desde Cracovia a los Estados Unidos. Vivió en Los Ángeles y llevó la misma vida que la de cualquier jovencita de una características similares: cursar colegio e instituto, aplicar a una universidad de renombre y hacer aquello que solo realizan aquellos y aquellas con una posición económica privilegiada, el ‘gap year’; un periodo que la persona se toma libre para viajar y conocerse un poco mejor y, de este modo, tomar la mejor decisión estudiantil a la hora de elegir carrera. Y fue mientras viajaba por París cuando conoció a Abdelaziz bin Khalifa Al-Thani. Él le sacaba 28 años y le prometió la luna. Era príncipe y había sido desterrado a Francia después de que tratara de derrocar al actual emir qatarí. Dibujó para ella una vida idílica. A sus 19 años le parecía estar viviendo un sueño. Un sueño al que Kaisa se lanzó sin red de seguridad. Abrazó el islam y se convirtió en la tercera esposa de Al-Thani. Aceptó las reglas y normas de una cultura completamente alejadas de aquellas en las que había crecido.

Tras el ‘sí, quiero’ llegaron los bebés. Tres niñas, Malak, Yasmin y Shekha Reem. Todos vivían en París, llevando una vida plagada de lujos y de oro. Pero bajo el manto brillante se escondía un terrible dolor. La hija mayor del matrimonio le contaba a su madre que su padre la había agredido sexualmente, un testimonio que posteriormente Kaisa hizo público en una entrevista para un periódico francés. Malak reconoció haber sufrido estas agresiones desde los 9 hasta los 15 años, algo que su padre niega completamente.

Kasia abrazó la religión y costumbres de su marido, el príncipe Abdelaziz bin Khalifa Al-Thani

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La dura batalla legal de Kasia Gallanio

Empezaba entonces la peor batalla a la que Kaisa se enfrentaría. Toda una década de juicios, abogados y denuncias cruzadas. Ella deseaba quedarse con la custodia de las niñas, él no se lo permitía. Contrató a los letrados más feroces, que alegaron que Gallanio no estaba en condiciones de cuidar de sus tres hijas. Usaron en su contra sus problemas de salud mental para pintarla como una madre desequilibrada que no podía encargarse de ellas. El juez les dio la razón. Privaron a esas tres hijas de estar con su madre y viceversa. Empezaba la decadencia de la jequesa triste.

Mientras Abdelaziz bin Khalifa Al-Thani seguía viviendo en París con las hijas de la pareja, su exmujer abandonaba la ciudad y se trasladaba al sur de España. Kaisa Galliano se instalaba en Puerto Banús (Marbella) y, consumida por la pena, alternaba un fatal menú de antidepresivos y alcohol que la conducirían a su prematura muerte.

Estaba completamente sola. En una soledad no buscada, sino impuesta. Le faltaban sus pequeñas, a quienes deseaba proteger, mientras ella estaba más desprotegida que nunca. Recaló varias veces en clínicas de desintoxicación para tratar sus adiciones. Se había visto inmersa en una espiral de autodestrucción que solo buscaba su propia evasión de la triste realidad que la rodeaba. Tampoco andaba bien de dinero. Tal y como se supo después, la estadounidense vendió sus carísimas joyas para hacer frente a los gastos.

"Murió de pena"

Y entonces ocurrió. Era Mayo de este año, y hacía escasos días que la jueza había vuelto a desestimar su denuncia reclamando la custodia de Shekha Reem, la menor de sus descendientes. Las mayores la llamaban por teléfono y la volvían a llamar. Kaisa no descolgaba. Entonces solicitaron ayuda a los servicios policiales, que entraban por la fuerza en el lujoso apartamento de la princesa, propiedad de su exmarido. Su última morada y también su prisión. Descubrieron el cuerpo sin vida de la princesa, que llevaba varios días muerta y por la que nadie se había preocupado, salvo sus hijas tras varios intentos llamándola a su teléfono. Su abogada lo tuvo claro, “ha muerto de pena”, dijo a Le Parisien.

Había lámparas y vidrios rotos. Manchas de sangre. Tres botellas de vodka vacías. Y pastillas, muchas pastillas. El cuerpo de Kaisa Gallanio descansaba en la cama, como en La Bella Durmiente. Pero en el cuento de Kaisa el príncipe fue su rueca, y a las tres princesas no les dejaron llegar a tiempo para darle el beso redentor.

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