No se habla de otra cosa. La Cumbre de la OTAN que ha tenido lugar en La Haya ha dejado varios momentos para la historia. Máxima de Holanda (54 años) actuaba de perfecta anfitriona y lejos de mantenerse en un discreto segundo plano ha sido ella quien ha copado todo los titulares de la jornada por un gesto que ha dado la vuelta al mundo.
En primer lugar, la reina de los Países Bajos derrochaba estilo en la recepción que tuvo lugar en el palacio Huis ten Bosch con un impresionante mono verde lima con capa. Un look vibrante con el que eclipsó a los mandatarios allí reunidos.
Los reyes holandeses quisieron tener una deferencia con el Presidente de Estados Unidos y no dudaron en invitarle a hospedarse en palacio, algo que Trump aceptó de buena gana. Sin embargo, durante el posado tradicional de Guillermo y Máxima con él se produjo una escena que no tardaba en hacerse viral.
Casa Real
"Espero que haya dormido bien…", exponía el rey Guillermo intento rebajar un poco la tensión del momento. Un comentario muy natural al que Trump contestó dando la espalda a Máxima, ignorándola por completo: "Fue magnífico. Muchas gracias". Ni corta ni perezosa, la argentina imitó los gestos y muecas del presidente estadounidense sin que este se percatara, un gesto que era captado por las cámaras corría como la pólvora. ¡No te pierdas el vídeo!
La experta en protocolo analiza la polémica burla de Máxima de Holanda
Se ha hablado mucho sobre el atrevimiento de Máxima de Holanda, una burla que ha despertado todo tipo de reacciones y que, al menos de momento, la casa real prefiere obviar. En Lecturas hemos querido abordar este momentazo que pasará a la historia con María José Gómez Verdú, experta en protocolo y etiqueta.
"Más allá de las simpatías o antipatías políticas, este hecho merece analizarse desde la óptica del protocolo y la etiqueta institucional, que rigen el comportamiento de una figura pública de su nivel", nos empieza diciendo la experta antes de empezar a valorar este lapsus intencionado de la monarca de origen argentino.
"El protocolo, en su esencia, no es solo un conjunto de reglas formales, sino una herramienta de diplomacia silenciosa. Está diseñado para preservar la neutralidad, la cortesía y la representación imparcial de una nación, especialmente cuando se trata de jefes de Estado o miembros de casas reales. En este contexto, la burla, aunque espontánea o privada, pone en tensión ese equilibrio", explica.
Aquí es donde entra en juego el significado de la burla de Máxima. "Las figuras reales no están llamadas a opinar, juzgar ni ridiculizar", apunta. Y es que por mucho que le pueda molestar, tal y como nos cuenta Gómez Verdú su rol se limita a "encarnar la unidad, no la división, incluso en lo simbólico".
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Y advierte: "Una imitación como esta, aún en tono de broma, puede percibirse como una falta de respeto hacia un mandatario de otro país, comprometiendo la imagen de imparcialidad que se espera de la realeza".
Aunque Máxima de Holanda se caracteriza por ser una mujer natural, cariñosa y cercana, esta es la primera vez que la vemos reaccionar de una forma tan significativa, una mueca que trae consigo un sentimiento de malestar y rebeldía que no ha querido ocultar. Todo lo contrario. Después de casi 25 años en la realeza, sabe que cualquier detalle será mirado con lupa y más cuando se trata de un encuentro con el Presidente de Estados Unidos.
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"En etiqueta, la discreción es elegancia. Y más aún, la contención es un signo de inteligencia institucional. No se trata de censurar el sentido del humor, sino de comprender que en ciertos cargos, cada gesto comunica más de lo que parece", manifiesta la experta dejando entrever que Máxima no debería haberse dejado llevar por la desesperación. Y concluye: "Este episodio no es grave en términos políticos, pero sí desafortunado desde el punto de vista del decoro. Y nos recuerda que el verdadero poder no está en hablar con libertad, sino en saber cuándo el silencio honra más que las palabras".