Se ha liado parda con unas declaraciones de la actriz haciendo alusión al agobio que supone estar siempre dispuesta para hacerse fotografías. Lo obvio es cargar contra ella y echarle en cara que se debe a su público, que es una desagradecida y que eso forma parte de su trabajo. Me hace gracia la expresión “deberse a su público”. Una actriz no tiene los horarios de una funeraria, de la misma manera que si nos encontramos a un dentista en un restaurante no sería muy lógico que le pidiéramos que nos arreglara una caries a los postres. Con las palabras de Clara Lago tenemos dos opciones: quedarnos en la espuma del mar o profundizar en el debate. Optamos por la segunda, ¿no? Creo que, al final, lo que nos supera con el tema de las fotografías a aquellos que gozamos de una gran popularidad es la enorme banalización que se ha producido con este asunto. A la gente le produce tanta excitación cazar a un famoso para exhibirlo en sus redes sociales que se acercan, te agarran de un brazo y te dicen: “Una foto”. Sólo esa frase. Se hacen la foto, te sueltan y ni se despiden. Ahí es donde reside el hartazgo, el cansancio, incluso la tristeza. Se ha perdido la charla previa, el que te saluden por tu nombre –a veces no saben ni quién eres, les suenas de la tele y con eso es suficiente–, el que conozcan tu vida profesional y te hablen de ella, el que te demuestren un poco de cariño, de afecto, de admiración. Por eso, cada vez que escuchas “Una foto” te pones en guardia y llega un día en el que te revuelves. Y decides que así, de esa manera, nunca más. Que estás cansado de que te traten como a un trozo de carne. Llevo hablando del asunto de las fotos desde hace tiempo y entiendo que una profesional tan conocida como Clara Lago lo empiece a vivir con angustia. No es la única. El hartazgo empieza a ser generalizado. Apoyo a Lago. Sé que otros muchos también. Que dejen de ir de buenistas por el mundo y que se mojen.