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Mi madre está empeñada en que tenga novio porque cree que mi vida está incompleta sin una persona a mi lado. Y yo le contesto que entonces lo mismo podría decirle yo, que por qué no se echa un novio, que lleva muchos años viuda. Y su respuesta es siempre la misma: “Sí, hombre, con lo a gusto que yo estoy”. “Pues lo mismo te digo”, le respondo yo en plan muy respondón. Los gays de mi generación hemos tenido que convivir con unos razonamientos tan estúpidos como terribles. Cuando yo era jovencito la imagen que se tenía del homosexual era la de un hombre que vivía pegadito a su madre y que tras la falta de ella acababa solo y desamparado ante un mundo hostil. Yo creo que no se barajaba la posibilidad de que un gay pudiera tener un círculo de amigos con los que se lo pasaba bomba. La soledad siempre ha tenido muy mala prensa. A la gente que la disfrutamos se nos considera “raros”. Llámame loco, pero yo veo mucho más raro vivir con una persona a la que no soportas porque más vale malo conocido que lo bueno por conocer. Cuántas personas aguantan a su pareja porque tienen miedo de quedarse solas. Cuántas personas están con otra porque no se aguantan a sí mismas. Yo vivo conmigo mismo cada vez más plácidamente porque he aprendido a estar conmigo. En épocas en las que no me he aguantado he salido a las calles para encontrar a otra persona que me ayudara a sobrellevar mi existencia. Menudo error. Una pareja no aparece para arreglarte la vida. En realidad, tampoco sé muy bien para qué sirve una pareja existiendo en el mundo personas que van y vienen, que se quedan un tiempo y desaparecen para siempre o no. Ay, mira, yo a mis años lo que quiero es pasármelo bien. Con pareja, sin pareja, con un medio pensionista en casa o con uno que aparezca en régimen de ‘bed & breakfast’. Pasármelo bien, esa es mi máxima a estas alturas de mi existencia.