"Jorge Fernández Díaz me recuerda a los dementores de Harry Potter, esas siniestras criaturas que absorben tu energía"

24 de febrero de 2016, 07:00

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Cuando el Ministro del Interior en funciones aparece en mi televisión una inmensa nube gris se apodera de mi salón y el espacio se convierte en un lugar triste, oscuro. Me salen de golpe tres o cuatro canas, la barba me crece a una velocidad inusitada e incluso parece que las uñas de mis manos y de mis pies ganan presencia. No sé, es como si me muriera un poquito más rápidamente. Cuando su imagen desaparece parece que todo vuelve a su ser pero no, ya nada es lo mismo. Su hueca voz de sacristía rancia resuena en mi cerebro durante varios minutos más y en mi salón no llega a desaparecer del todo una neblina que me da miedo. Porque eso es lo que proyecta este señor: miedo, tristeza, apocalipsis, valles-de-lágrimas, desesperación, inquietud. Jorge Fernández Díaz me recuerda a los dementores de Harry Potter, esas siniestras criaturas que absorben tu energía y te dejan al borde mismo de la desaparición. Las mismas que, según se describe en el libro, “te quitarán hasta el último sentimiento positivo y hasta el último recuerdo dichoso”. Pero no todo es negativo en la figura de este señor. A mí me está sirviendo para manejarme en la vida. Cuando me hallo ante una encrucijada –fundamentalmente moral- pienso en lo que haría Jorge Fernández Díaz y entonces hago lo contrario. Y siempre acierto. Y soy más feliz, más solidario, más generoso, más empático, más alegre. La tristeza del ministro en funciones ha calado hondo entre sus correligionarios y ya hay varios que se perfilan como dignos sucesores de esa peculiar manera de entender la vida: Rafael Hernando, Fátima Báñez y Rafael Catalá, entre otros.

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Jorge Javier Vázquez
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