Carmen Maura y la magia del teatro

No soy crítico de cine ni de teatro así que cuando voy a ver alguna película o una obra que no me gusta, me lo callo. No la recomiendo y punto. Sí que me gusta invitar a la gente a ver cosas con las que he disfrutado. Dicho lo cual, voy al lío.

Me planto el viernes con mi dolor de cabeza a cuestas en el Infanta Isabel de Madrid para ver 'La Golondrina', con Carmen Maura y Félix Gómez. Así de paso tengo una excusa para escribir unas líneas en Lecturas sobre ella, que es una actriz a la que adoro desde el principio de los tiempos. Hay un documental precioso sobre ella que se llama 'Ay, Carmen'. Me gusta cuando habla de la vida y cómo desmitifica su profesión.

Me pasaría horas escuchándola y a veces es lo que hago: ponerme entrevistas suyas en YouTube. Bueno. Empieza la función y vale. Van pasando los minutos y nada. Me pregunto qué voy a escribir yo sobre ella y pienso que qué hace una actriz de su categoría en una obra que no tiene fuste.

Pero de repente, pataplám. La magia del teatro. El autor, Guillem Clua, nos ha ido llevando de un lado a otro aparentemente sin ton ni son y cuando todo empieza a ordenarse nos encontramos ante un drama potentísimo. Adoro a estos autores que poco a poco y sin que te des cuenta van construyendo la función con tal sutilidad que de repente te ves tan inmerso en ella que no se te pasa por la cabeza no estar pendiente sobre el escenario. ¿Que de qué va 'La golondrina'? De amor. De silencios. De las cosas que dejamos de decir. Del arrepentimiento y de la esperanza también. Carmen Maura y Félix Gómez están soberbios.

Llega un momento de la  obra en el que empiezo a llorar. Vaya hombre. Intento disimular las primeras lágrimas como puedo. Me da vergüenza que me vean.  Luego ya me cuesta más hasta que de repente tengo que hacer serios esfuerzos para controlar no ya el llanto si no los hipidos. Me consuela saber que no estoy solo, que todos estamos igual. Al acabar la obra toda la emoción contenida en el patio de butacas estalla y  nos levantamos para aplaudir durante varios minutos. Netflix hará maravillas, pero nada comparable a la verdad que se vive en un teatro.