Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Julio IGlesias

“A Julio Iglesias no lo hemos tratado con el respeto que merece un mito como él”

Desde que salió lo que salió -Koldo, Ábalos, Cerdán- ando como vaca sin cencerro. Porque un día me encontré a Ábalos por Mediaset y le dije que era fan suyo. Porque tanto hablaban del talante como negociador de Cerdán que en mi menté lo convertí en casi un estadista. Pero el miércoles por la noche recibí un inquietante mensaje de un amigo: “Mañana estalla todo”. Me comentó más o menos lo que sabía. Y yo, ¡ay mísero de mí, ay infelice!, le pregunté “¿Pero no hay un mínimo de duda y a lo mejor Cerdán se puede explicar?”. Y él me respondió al instante: “No. Es demoledor el auto. Las conversaciones son fortísimas”.

Y sí: el jueves estalló todo. Desde entonces no he sido capaz de conectar con ningún programa de televisión en el que se trate el tema porque muero de pena. Me informo por los periódicos. Leo un artículo y descanso. Al rato otro. Voy naufragando entre la tristeza, la desesperación, la inquietud y la incomprensión. Pero ¿cómo han podido campar a sus anchas semejantes personajes durante tantos años? ¿Cuántos controles han fallado en el PSOE? ¿Cuánto dinero han robado? ¿Qué han hecho con él? En fin.

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno
GTRES

Quiero pensar en algo bueno del asunto para no hundirme del todo. Y lo encuentro, quizás para animarme un poco: los han pillado. Necesito creer que los corruptos siempre acaban cayendo, que no es tan fácil meter la mano y salir indemne. Recibirán su correspondiente castigo pero además cargarán el resto de su vida con una mochila repleta de algo tan viscoso como el sentimiento de culpa. La vergüenza. El rechazo social. El asco. No se debe intentar encontrar consuelo mirando a otros partidos echándoles en cara su manera de actuar ante la corrupción. Es una excusa raquítica. Pedro Sánchez llegó al gobierno prometiendo regeneración y ha fallado estrepitosamente escogiendo a cargos tan importantes como secretarios de organización.

Se sale muy difícilmente de un descalabro de esta categoría. Doctores tiene la Iglesia para manejar crisis. Estoy deseando ver cómo surfean esta, la más complicada a la que se ha enfrentado Pedro Sánchez desde que llegó a La Moncloa. E incluso a lo mejor, quién sabe, ya no hay salida. Lo peor de todo es que gente tan indeseable como el trío calavera envía un mensaje falso y distorsionado. El peligroso “Todos son iguales”, de consecuencias nefastas para la democracia.

Estoy por Sebastián Yatra

Como la actualidad rezuma porquería me he dedicado a entretenerme con asuntos de lo más inverosímiles. Os cuento algunos. He descubierto que mi ‘crush’ es Sebastián Yatra. Conocí su canción ‘Tacones Rojos’ porque Paloma San Basilio la versiona en su último espectáculo –sí, así soy yo– y desde entonces la escucho a todas horas. Hasta que me puse en YouTube actuaciones de Yatra con esa canción y entonces estuve a punto de escribirle un mensaje privado por Instagram para hacerle partícipe de los calores que sentía cuando lo veía bailar. Porque mi Sebastián no es bailarín pero se mueve con un flow que te deja al borde mismo del infarto. Así, como con desgana, de manera descuidada, marcando los pasos casi por obligación pero demostrando al mismo tiempo un prodigioso dominio de su sexy anatomía. Y qué bien canta. Y qué bien se le tiene que dar todo porque además tiene pinta de simpático.

sebastián Yatra
Getty Images

En fin, que estoy por él. Me hizo mucha gracia cuando en el pódcast de Vicky Martín Berrocal contaba que le costaba mucho ser fiel. No me extraña. Estar todo el día diciendo  “No” debe ser extenuante. ¡Ay, mi Vicky! Que ya me he visto todos los capítulos de Las Berrocal. El último ya me lo tuve que poner en dos partes porque sus protagonistas me resultaron un poco estomagantes. Ignoro si habrá segunda parte. Si la hacen, urge que adornen los episodios con la aparición de personajes secundarios potentes. Las Berrocal no tienen tanto background como para soportar por sí solas un “To be continued”. Necesitan rodearse de gente que reste grados a tanta absurda e innecesaria intensidad.

 

El mito de Julio Iglesias

Leo con ganas  y disfruto muchísimo ‘El hombre que enamoró al mundo’, la biografía que Ignacio Peyró ha escrito sobre Julio Iglesias. Es un hábil, ameno y bien documentado retrato de la sociedad española de los últimos cincuenta años y de nuestro cantante más internacional. Después de devorar el libro, no tengo muy claro que Julio Iglesias cuente en nuestro país con todo el respeto que se merece. Hace ya muchos años que lo consiguió todo pero aquí, en su país, en nuestro país, hemos tendido más a caricaturizarlo que a tratarlo como el grandísimo mito que es. Sus éxitos producen vértigo. Ha conquistado el mundo entero pero sus paisanos ponemos más en valor su moreno que su profesionalidad. A mí nunca me ha matado, pero últimamente estoy desarrollando simpatía por él y curiosidad por su carrera musical. Dice de sí mismo: “Soy el cantante que no te gusta hoy, pero te va a gustar mañana, muchacho”. El mañana ya ha llegado y el muchacho soy yo. 

Soy lo prohibido

Me he pasado la tarde del domingo escuchando música de lo más diversa. Julio Iglesias, mi crush Yatra, María Dolores Pradera, Albita. El viernes me contó una chica en un almuerzo que ligó con un chico guapísimo en una lavandería. Una tarde, yo era anónimo, fui a comprar al súper de unos grandes almacenes. Estaba en la última planta. Iba yo cargado con varias bolsas y me crucé la mirada con un chico. Bajé varias plantas por las escaleras mecánicas y en todas estaba él, haciendo como que miraba lo que se exponía en cada una de ellas pero en realidad seguía buscándome a mí. Al salir de los grandes almacenes escucho una voz que me dice: “¿Te ayudo con las bolsas?”.

Se llamaba Frederic y era francés. Me acompañó hasta mi mismísima casa. No recuerdo porqué no pasó nada pero qué divertido el tonteo. Por aquella época yo  no paraba de escuchar un disco de Albita que se llamaba “No se parece a nada”. Él luego se echó novio y hasta querían ser padres. No me buscan para establecerse porque creen que soy un torbellino algo locuelo. Si fuera un bolero pensarían en ‘Soy lo prohibido’. “Soy ese vicio de tu piel que ya no puedes desprender. Soy la aventura que llegó para ayudarte a continuar. Soy ese amor que negarás para salvar tu dignidad”. Qué duro es cargar con esta inmerecida fama de rompecorazones.