Su madre, que cocina de maravilla, tuvo seis hijos y solo uno, solo él, ha sabido moverse entre fogones como mamá. “Mis hermanos tienen otras virtudes, pero la de la cocina no”, cuenta entre risas. Con 14 años se metió en una cocina, la de l’Estany Clar, en Cercs, cerca de su ciudad, Manresa, con 24 consiguió su primera estrella Michelin y hoy, a los 35, y aunque asegura que eso es una tontería, se ha convertido en el cocinero de moda, el más atractivo de la televisión.

Es Jordi Cruz, uno de los ‘maestros’ de ‘MasterChef’, el programa que ha hecho de las noches del martes, las más suculentas de la televisión. Jordi, junto a Pepe Rodríguez y Samantha Vallejo-Nágera –“mis amigos”, confiesa– , forma el jurado de este programa en el que cada semana los concursantes luchan por proclamarse ‘el mejor cocinero’. En su templo, su restaurante Abac, de Barcelona, con el que ha conseguido ya dos estrellas Michelin, y donde trabaja también su pareja, Cristina, Jordi nos cuenta como es en la cocina y fuera de ella y cómo está viviendo esta nueva experiencia televisiva.

¿Cómo se tiene tan claro con solo 14 años que te vas a dedicar a la cocina?

-Desde muy pequeño he sabido lo que quería hacer. Con esto de la cocina se puede nacer pero también puedes escogerlo. Si tienes vocación te has de lanzar y tener claro cuál es el precio a pagar.

¿A qué has renunciado?

-No, no siento que haya renunciado a nada y pensar así es lo que me ha llevado a hacer todo lo que he hecho.

¿Eras el bicho raro entre los amigos?

-Yo tenía clarísimo que el fin de semana no se salía. La primera noche que sales y el domingo estás hecho polvo, se te hace el día largo y no eres efectivo en la cocina te das cuenta de que no puede ser.

Y con 24 años, en el restaurante Estany Clar, la primera estrella Michelin. ¿Se te subieron los humos?

-No  sabía muy bien lo que quería decir ni era consciente de ser el cocinero español más joven en conseguirla. Fue la primera vez que vi recompensado mi trabajo, pero ya tuve suficiente. Lo que ha venido después ya no ha sido la ambición de ganar más premios.

Pero llegaron muchos más. En L’Angle, una más y ahora en el Abac dos estrellas. No dejas de subir peldaños.

-Siempre que he cambiado de restaurante, y lo he hecho solo tres veces en mi vida, ha sido porque tenía la sensación de no poder evolucionar más donde estaba. Hoy en el Abac siento que he encontrado el entorno más propicio para hacer la cocina que quiero hacer.. Nunca he buscado la fama, ni el dinero, ni las estrellas Michelin.

¿Y cómo es esa cocina que te gusta hacer? Con rock’n roll supongo.

-Total, totalmente… Con rock’n roll. Siempre he querido hacer una cocina con rock’n roll. En mis inicios, cuando era joven buscaba la sorpresa en la cocina, el fuego artificial… Pero vas aprendiendo y das valor a lo tradicional y te das cuenta de que al final lo que se valora es la buena cocina, sea tradicional o creativa. No hay confrontación, al final la cocina es buena o mala.

¿Qué tipo de chef eres?

-En la cocina soy muy equilibrado. La lógica y el equilibrio son muy importantes. Mis cocineros saben la responsabilidad que comporta que una persona pague un dinero por comer aquí y saben que si yo algún día levanto la voz es porque está justificado. Aunque soy más de una mirada de excepción que de un grito.

¿Qué no toleras en tu cocina?

-La pereza, las pocas ganas, la desidia. No entiendo que alguien haga una cosa mal cuando con el mismo esfuerzo puede hacerla bien. La actitud para mí lo es todo. Cuando un chaval llega a mi restaurante con un currículum en el que no hay nada escrito y me dice: “tengo ganas de trabajar, no te defraudaré”, no lo dudo. Para mí esa actitud tiene más valor que un currículum lleno de cosas.

Y de repente llega la oportunidad de transmitir todo eso en ‘MasterChef’.

–No puedo transmitir mi cocina, pero sí los valores que son buenos en ella.

Algunos dicen que sois un poco duros con los concursantes.

-No es cierto. Intentamos inculcar la presión de un servicio, la responsabilidad, la actitud y que todo esto no es una broma.

¿Os ha sorprendido el éxito?

-No, porque ‘MasterChef’ se ha emitido en más de 140 países y en todos ‘lo ha petado’. Era incomprensible que en un país como el nuestro, con una cultura gastronómica importante, cocineros de lujo y productos excepcionales, ‘MasterChef’ fracasase.

¿Y qué tal con Samantha y Pepe?

-Éramos compañeros de oficio y nos conocíamos, pero ahora somos amigos. Samantha es mucho más eléctrica y viva de lo que se refleja en televisión. Es una tía genial que se preocupa mucho por nosotros, nos mima mucho. Y Pepe y yo somos Zipi y Zape. Pepe es rápido de coco y tiene la virtud de reírse de él mismo y de las cosas sin ofender a nadie.

Y los concursantes, ¿te han sorprendido?

-En un principio hubiera preferido concursantes que supieran más, pero vinieron todos cargados de pasión y con ganas de aprender y ha funcionado. Han empatizado todos muy bien con el público, se lo han tomado muy en serio y nos han emocionado de verdad… A mí han conseguido hacerme un nudo en la garganta más de una vez.

Habéis llorado mucho.

-Sí, sí, pero es que se ha de vivir con la intensidad con la que lo viven todo los concursantes, con aquella presión que da aquel reloj que no para y que te va ahogando.

Confiésanos, ¿cuál es tu preferido?

-A mí me gusta mucho Juan Manuel. No sé si ganará, porque al final ganará el que el último día cocine mejor… Pero tiene una actitud, un temperamento y una manera de ser espectaculares. Al principio del programa observé que en las pruebas escogía a los concursantes más flojos y le daba al equipo contrario las mejores herramientas. Yo pensaba “este tío es tonto, este tío no quiere ganar”, pero entonces comprendí que lo que quería era ganar mereciéndolo, luchando contra el más peligroso junto a los más débiles… Se lo dije y me lo reconoció. Juan Manuel es todo actitud y bondad… Es un tío con unos valores que nos hacen mucha falta en este país.

En ‘MasterChef’ habéis vivido un momento duro con la muerte de Mario Biondo, que era cámara del programa.

–Sí, fue muy duro. El día que murió tenía que venir al programa y le estuvimos llamando porque no venía. Su muerte nos ha impresionado mucho a todos. Era muy buen tío.

¿Eres consciente de que ‘MasterChef’ te ha convertido no solo en el cocinero de moda de la tele sino en el más atractivo?

-No, eso no es verdad… Es una tontería. Yo no me considero atractivo porque ni mucho menos lo soy. Sí considero que tengo unos valores que son interesantes y la virtud de haber sabido desde niño lo que quería hacer.

¿Te molesta esa fama?

–Ni me molesta ni no me molesta. Le doy la importancia que realmente tiene. Al final la gloria es totalmente efímera. Tengo los pies en la tierra y cuando alguien quiere hacerse una foto conmigo me hace un regalo, me parece fantástico y me encanta.

Entre el restaurante y el programa te debe quedar poco tiempo para ti.

-El programa me ha ocupado tres meses y pico, que es lo que corresponde a mis vacaciones… En tres años no he hecho vacaciones.

Supongo que tener a tu pareja, Cristina, trabajando a tu lado hace más fácil que ese ritmo de vida se pueda compaginar con la familia.

-Sí, normalmente los cocineros, la gente con quien acaba relacionándose, sus parejas y sus mujeres acostumbran a ser del oficio, porque es un mundo que va contracorriente.

¿Quién cocina en casa?

-Yo en casa cocino muy sencillo, cocino producto. Una buena lechuga larga, unas buenas arbequinas y una buena carne… Pero la que cocina en la familia es mi madre.

¿Bien?

-Fantásticamente bien.

¿Le has enseñado algo?

-Nada, es ella la que me enseña a mí. Yo tengo la obligación de que los platos de mi abuela que han pasado a mi madre sigan viviendo conmigo y que yo se los pueda enseñar a mis hijos. Aquella cosa, aquel toque que hace que los platos sean buenos y funcionen he de aprenderlo yo, porque mis cinco hermanos tienen muchas virtudes, pero la de la cocina no.

¿Escuchas las críticas de tu madre?

-Sí, claro. Hay dos tipos de críticas, las hechas con mala leche y las que hace la gente que te quiere y yo estas últimas las escucho siempre.

¿Qué no falta nunca en tu cocina?

-Aceite y sal… El producto más utilizado en la cocina es la sal. Y como producto me encanta la arbequina, le da muy buen rollo a la comida.

¿Tu plato preferido?

-El que me venga de gusto comer

¿Qué no comerías nunca?

-Los insectos. Esa moda de los bichos no la entiendo. ¡Serán la proteína del futuro, pero a mí me dan un asco!

¿Cuál es el mejor consejo que te han dado en la cocina?

-Hace muchos años, Carles Gaig me dijo que lo más importante es el gusto y creo que es cierto. La estética, la coherencia al montar un plato es importante, pero la comida ha de estar buena.