Por PALOMA SIMÓN

 

Lo que no consiguió su alter ego catódico lo ha logrado la gravidez. La actriz Blake Lively (1987) se está demarcando del look recargado y fashionista (entendido como término peyorativo) que llevaba a gala Serena van der Woodsen, y que ha tenido a bien prolongar a su vida real.   

 

Lively ha ido cincelando un estilo propio que en un avanzado estado de gestación cabría esperar todo lo contrario. Porque no sería el primer icono de estilo made in Hollywood que da al traste con su estatus en nueve meses; el de Mila Kunis, que no es que fuera Audrey Hepburn pero se defendía estilísticamente hablando, es el caso más reciente -y sangrante-.

 

Pues bien, volviendo a Blake Lively, la flamante embajadora de las fragancias de Gucci ha hecho del estado de buena esperanza la mejor coartada para pulir una imagen que brilla en la red carpet (territorio en el que, en estas lides, no se salva del embarazo ni Natalie Portman) gracias a certeros vestidos firmados por la enseña italiana o Michael Kors.

 

Y también lo hace en sus apariciones cotidianas, candida en las que la esposa del también actor Ryan Reynolds da una lección de estilo enfundada en tres conjuntos a priori vedados al período de gestación a saber: la minifalda, el sastre pijamero y el poncho. Vayamos por partes.

 

Solo nos queda esperar que Blake mantenga esta contención indumentaria una vez haya dado a luz… y entierre de una vez por todas a la cursi de Serena.