Máxima preocupación por el estado de salud de Ernesto de Hannover (71 años). El príncipe alemán ha vuelto a ser ingresado de urgencia en la clínica Ruber Internacional de Madrid solo un mes después de ser dado de alta, un nuevo bache en su salud que ha generado una enorme inquietud entre sus familiares y amigos.
Al margen del secretismo entorno a su evolución, lo que se ha hecho evidente en estos momentos tan delicados es la grieta que existe entre Ernesto de Hannover y su hija Alexandra, fruto de su matrimonio con Carolina de Mónaco. Mientras que su hermano Christian de Hannover si ha visitado a su padre en el centro médico, el interés de la joven ha sido nulo.
Aunque nunca se divorciaron de manera oficial, en 2009 Carolina de Mónaco y Ernesto de Hannover decidieron emprender caminos por separado después de años de polémicas. Una ruptura muy mediática que marcó para siempre la vida de Alexandra, que en ese entonces tenía solo 9 años.
La prensa francesa cuenta que la joven, siendo una niña, fue testigo de las malas prácticas de su padre. Momentos de tensión familiar que le llevaron a vivir situaciones muy dolorosas. En Lecturas hemos querido analizar la situación emocional en la que se encuentra Alexandra junto a la psicóloga Lara Ferreiro.
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"Las relaciones familiares en las grandes dinastías europeas, aunque estén envueltas de glamour están llenas de dolor, traumas y rupturas emocionales. Tanto Carolina de Mónaco como su hija Alexandra siguen una línea emocional sin cicatrizar", nos cuenta la experta después de analizar su caso.
Ernesto de Hannover, un padre ausente para Alexandra
A la hora de definir a Ernesto de Hannover, Lara Ferreiro es tajante: "Es un progenitor ausente y conflictivo". Algo que para Alexandra no ha sido fácil de gestionar. De hecho, es evidente que existe un distanciamiento brutal que, ni siquiera en estos momentos tan delicados, está dispuesta a solucionar.
"Todos los problemas de su padre ha provocado que Alexandra se desvincule por completo de esa figura paterna destructiva. No puede entender por qué su padre la ha abandonado, por qué no la sabe querer de forma sana...", nos explica la psicóloga.
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Ahí se esconde un "trauma acumulado" que silencia con la ausencia. "Alexandra ha sido testigo de todos y cada uno de los desplantes que Ernesto ha hecho a su madre y para frenar ese dolor pone distancia, un mecanismo de supervivencia emocional. Si no hay presencia no hay amor y tampoco dolor", valora la autora del libro: '¡Ni un capullo más!: El método definitivo para quererte y encontrar a tu pareja perfecta'.
La lucha silenciosa de Alexandra de Hannover
Guiada por su madre, Alexandra siempre ha sido muy hermética con su vida privada. De hecho, es una joven muy tímida y reservada, nada que ver con sus hermanos mayores. No obstante, rompía radicalmente con su padre nada más cumplir 18 años.
Muy segura de su decisión, la joven tomó la determinación de convertirse al catolicismo renunciando así a la fe protestante de los Hannover y en ese mismo momento quedó excluida de la línea de sucesión al trono.
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"Alexandra se encuentra en una lucha constante y agotadora. Por un lado, esa pena por saber que su padre se encuentra ingresado en el hospital pero, por otro, ese resentimiento que puede ser muy desestabilizador en ella", nos explica Lara Ferreiro.
Haciendo un análisis más profundo, la psicóloga sostiene que la hija de Carolina de Mónaco "podría tener el síndrome de la hija sufridora". Y mantiene: "Quizás Alexandra no ha querido fomentar ese acercamiento para no reabrir heridas. 7 de cada 10 hijas no se acercan a sus padres por miedo al dolor y eso puede generar un proceso de retraumatización".

Fotos de Carolina de Mónaco y Alexandra de Hannover hace años
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Aunque Ernesto parece estable dentro de la gravedad, es inevitable pensar en el peor de los desenlaces. "La muerte de su padre podría sumir a Alexandra en un profundo dolor. Se vuelven muy vulnerables, sufren episodios de ansiedad y puede afectar a su autoestima", asegura Ferreiro. Y sentencia: "La sombra de Ernesto de Hannover es muy larga y conflictiva, aunque el desapego emocional de la joven está más que normalizado (...) Todo se podría traducir en un duelo eterno en el que ella no sea capaz de gestionar esa falta. Una grave crisis de identidad que podría llegar en el mismo momento de su muerte".