Andrea Casiraghi, el príncipe bohemio de la Familia Real de Mónaco: rebelde, polémico y protagonista de escándalos

El sobrino del príncipe Alberto es el cuarto en la línea de sucesión al trono del pequeño Principado, por detrás de sus primos Jacques y Gabriella, y de su madre, la princesa Carolina

Montse Jolis

Periodista especializada en corazón y sociedad

Actualizado a 21 de enero de 2024, 19:28

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Una ingrata leyenda pesa sobre los Grimaldi desde que el príncipe Rainiero I –antepasado de Rainiero III, padre de Carolina, Alberto, y Estefanía– engañara y abandonara a una joven de etnia gitana. La mujer, despechada, le echó una maldición según la cual ni él ni ningún Grimaldi sería feliz en su matrimonio. Desde luego, han sido muchos los Grimaldi que han sufrido esa maldición. Rainiero perdió trágicamente a Grace Kelly, Carolina sufrió las infidelidades de Phillipe Junot, perdió a Stefano Casiraghi en accidente náutico, y vive separada –que  no divorciada– de Ernesto de Hannover. Tampoco la princesa Estefanía ha sido feliz en sus dos matrimonios con Daniel Ducruet y Adans Peres. Y del príncipe Alberto, qué podemos decir, si los rumores de ruptura de Charlene son continuos y recurrentes...

Felimente casado y padre de tres hijos

Esa maldición gitana, sin embargo, se rompe con el primogénito de la princesa Carolina. Andrea Casiraghi (39 años), quien lleva felizmente casado con Tatiana Santo Domingo (40 años) desde 2013 y es padre de tres hijos, Sasha, India y Max, de diez, ocho y cinco años, respectivamente.

Nadie hubiera dicho, hace veinte años, que Andrea Casiraghi sería, hoy por hoy, un respetable hombre de negocios y un esposo y padre abnegado. Siempre fue el más bohemio de la familia Grimaldi, con permiso de su tía, la princesa Estefanía, aunque ella siempre prefirió el ambiente rockero y circense. Era frecuente ver a Andrea disfrutar de las noches ibicencias, cigarrillo en boca y copa en la mano, y un aspecto totalmente desaliñado y alejado de la vida de un príncipe. Eso sí, con algunos matices.

Carlota se casó embarazada de Andrea

Andrea Casiraghi, nacido el 8 de junio de 1984, ya venía en camino cuando su madre, Carolina de Mónaco, se casó de manera inesperada con un hasta entonces desconocido, pero millonario, Stefano Casiraghi. El rubio italiano pertenecía a una de las más prósperas familias milanesas. Amante de los deportes de riesgo, falleció con solo 30 años durante una competición de Off-Shore, la llamada Fórmula 1 de la motonáutica, dejando a Carolina viuda con tres hijos pequeños.

 

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La muerte de Stefano tuvo lugar cuando Andrea tenía seis años, por lo que prácticamente no tuvo ocasión de conocer a su padre, pero su pérdida le afectó tanto que su madre lo llevó a un especialista para que le ayudara a sobrellevar la tragedia. Y es que Andrea solía coger prendas de su padre para olerlas y sentir así la cercanía de su padre fallecido. Carolina, desolada, abandonó Mónaco y se retiró con sus hijos a vivir a la Provenza francesa.

Una infancia en el campo

Allí, en la localidad de St. Rémy, Andrea y sus hermanos, Carlota y Pierre, estudiaron en la escuela pública y crecieron llevando una vida sencilla y campestre. Vivían en un bonito 'mas' –como se conocen en esa zona a las casas de campo– a las afueras de St. Rémy, y Andrea se desplazaba en bicicleta por el pueblo y jugaba al fútbol con sus amigos en el campo municipal.

Ni Andrea ni sus hermanos han tenido nunca el tratamiento de príncipes por expreso deseo de su madre. Sin embargo, sí ocupan un puesto en la lista sucesoria al trono de Mónaco desde que, en 1993, el papa Juan Pablo II firmó un decreto según el cual, los tres hijos de Carolina eran considerados legítimos. Hay que tener en cuenta que el tribunal de la Rota tardó años en concederle a Carolina la nulidad matrimonial de Phillipe Junot, por lo que los tres hijos que la princesa tuvo con Casiraghi estaban considerados para la iglesia católica como nacidos fuera del matrimonio, lo que les impedía aspirar a reinar en Mónaco en el futuro.

Cuarto en la línea de sucesión

Así, Andrea ocupa el cuarto lugar en la línea de sucesión, tras sus primos Jacques y Gabriella, hijos de Alberto y Charlene, y de su madre, la princesa Carolina. Hasta hace nueve años, la edad de los gemelos de Charlene, Andrea era el segundo en la línea de sucesión y se sabe que Carolina, en el fondo, albergaba ciertas esperanzas de que su hijo mayor llegara, algún día, a reinar en el Principado, cosa harto difícil hoy en día, aunque no imposible.

A Andrea, no obstante, jamás pareció preocuparle esa posibilidad de convertirse en príncipe de Mónaco. Al contrario, fue un joven que procuró divertirse lo más que pudo y supo, lo que no parece difícil habiendo nacido en el seno de una familia como la suya. Viajes, vacaciones infinitas, noches de juerga, esquí alpino en invierno, deportes náuticos en verano... Vamos, lo que los mortales más comunes llamaríamos una vida de ensueño.

 

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Su imagen también estaba lejos de la de un príncipe. Melena larga, camisas amplias de lino, bermudas, chanclas... También hemos podido verlo rapado al cero, quizá por algún problema capilar como ya le sucedió a su madre, Carolina, que apareció sin cabello a finales de los años 90, al parecer, por un problema de estrés.

Políglota y licenciado en Artes Visuales y Política Internacional

Claro que esa vida disipada, al menos de cara a la galería, no estaba reñida con una formación rigurosa. Tras dejar la Provenza, Andrea cursó el Bachillerato Internacional en París, después marchó a Canadá, donde estudió en la universidad McGill, y, finalmente, se licenció en Artes Visuales y Política Internacional en París. También cursó un máster en Madrid. Andrea, además del francés, habla y escribe correctamente el italiano y el inglés.

En 1995 y a través de su hermana Carlota, Andrea conoce a la que será, y es, la mujer de su vida, Tatiana Santo Domingo. La joven, nacida en Nueva York, criada en Suiza, e hija de una de las grandes fortunas colombianas, fue desde el primer momento una hija más para Carolina. "Es guapa, rica y educada", dijo de ella la princesa, es decir, cumplía los tres requisitos más importantes para que la mamá de Andrea aprobara su relación, sobre todo en lo que hacía referencia al dinero, ya que a Carolina le espantaban las jóvenes cazafortunas y aquellas que trataban de acercarse a su hijo en busca de fama.

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Una boda de cuento de hadas

Tras siete años de noviazgo, Andrea y Tatiana anunciaron que iban a ser padres. El bebé, Alexander, al que todos conocemos como Sasha, nació en marzo de 2013. Unos meses después, en agosto, la pareja se casó por lo civil en Mónaco, en una sencilla ceremonia celebrada en el palacio Grimaldi. Fue una boda sin lujos ni boatos, como querían los novios. Tatiana lució un vestido 'boho' de Missoni, la firma de una de sus mejores amigas, Margherita Missoni. No llevó tiara, sino una corona de flores, y en lugar de zapatos optó por unas cómodas sandalias. Andrea, por su parte, llevó un clásico traje azul y se recortó su larga melena para un día tan especial.

Pero la gran boda tendría lugar en Gstaad, Suiza, el enclave favorito de los millonarios europeos y donde Tatiana estudió siendo una adolescente. Bajo una incesante nevada, Andrea y Tatiana celebraron su matrimonio religioso. Para ese día, Tatiana eligió un diseño de Valentino de seda y encaje, que complementó con una capa con capucha de cachemir.

Familia numerosa

En 2015 llegó el segundo de sus hijos, una niña, a la que llamaron India. Y dos años después nació el benjamín, Maximiliano Rainiero, al que llaman Max. Los tres niños, junto a los dos que tiene Carlota Casiraghi y los otros dos de Pierre, son la alegría de la princesa Carolina.

 

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Andrea y su familia han vivido en varias ciudades a lo largo de su matrimonio: París, Nueva York, Londres... Tras residir diez años en la capital británica, se mudaron en 2023 a Gstaad, el pueblo suizo en el que se casaron y del que Tatiana guarda grandes recuerdos.

En Suiza, Andrea lleva una vida discreta, alejada de los focos, como a él le gusta, aunque no pone reparos en atender a las llamadas de su madre o de su tío, el príncipe Alberto, así que viaja a menudo a Mónaco para asistir a aquellos eventos en los que se les requiere, como el Día Nacional de Mónaco o el Baile de la Rosa, o a los que a él le gusta acudir, como el GP de Fórmula 1.

 

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