Amparo Muñoz, los hombres que marcaron la trayectoria de la malograda actriz

La única española de la historia que ha sido proclamada Miss Universo sufrió en sus propias carnes el fenómeno de las noticias falsas y el estigma asociado al consumo de drogas.

Gtres

Álex Ander

Periodista especializado en corazón y crónica social

30 de marzo de 2024, 21:00

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Una tarde de junio de 1973, el director del Diario Sur se reunió en su despacho con Amparo Muñoz, entonces una bella adolescente que trabajaba como secretaria en una oficina. Le preguntó si no había pensado en ser miss y le comentó que él era uno de los patrocinadores del certamen. A pesar de la inicial reticencia, la malagueña aceptó presentarse al concurso de Miss Costa del Sol, con la esperanza de poder ir entrando así en el mundo de la interpretación. Para sorpresa de algunos, no solo ganó ese certamen, sino que también acabó alzándose con el triunfo en Miss España. "Me llovían los pretendientes", aseguró años después. "La mayoría eran ricos, incluso con Mercedes y chófer a la puerta. Otros enviaban cartas con proposiciones. Con la edad que tenía, guapa, desenvuelta, era la ambición de cualquier tipo con dinero. Sí, sin darme cuenta, empecé a ser considerada un objeto".

Aquella mujer que salió del Arroyo de los Ángeles para cautivar con su belleza al mundo fue coronada Miss Universo en un evento celebrado en Manila (Filipinas) en 1974. Pero con 20 años, tras seis meses de reinado, decidió rebelarse contra la organización, que la mantenía sujeta a un control absoluto, obligándola a vivir en Nueva York y sin permitirle ver a su familia. De hecho, Amparo se convirtió en la primera miss que renunciaba públicamente al codiciado título. "Desde el mismo momento en que llegó a Manila, Amparo se dio cuenta de que, detrás de toda la parafernalia, había una intención de utilizar a la ganadora del concurso, que se había organizado como un gran lavado de cara del régimen filipino", explicó al respecto el periodista Miguel Fernández, que redactó las memorias de la actriz y modelo en 'La vida es el precio', publicado en 2005.

En el momento de su renuncia, como recoge el reciente documental de TVE 'Amparo Muñoz, la mujer que dijo no', la malagueña era ya uno de los personajes más populares del país. Consiguió deslumbrar con su desparpajo y la naturalidad que exhibía normalmente al presentarse, y había rodado películas como 'Clara es el precio' (1975), de Vicente Aranda, donde coincidió con Máximo Valverde, que se convirtió en su primer novio pese a la oposición de su familia. "A nosotros nos daba igual todo", contaría luego el actor. "Ella estaba convencida de que era el amor de su vida y yo sentía lo mismo. Sí, llegué a enfrentarme a su padre. Cuando me conocieron y vieron cómo era, me aceptaron. Creo que estaban encantados conmigo. Incluso sintieron pena cuando tiempo después rompimos nuestra relación. Ella vino a mi casa de Sevilla, conoció a mis padres. Fue un noviazgo muy consolidado".

Relaciones fallidas

Después de romper con Máximo, la actriz y modelo hizo varias películas del llamado cine de destape y encontró consuelo en los brazos del combativo cantautor Patxi Andión, junto al que rodó 'La otra alcoba' (1976), de Eloy de la Iglesia. La pareja se casó en 1976, tras un par de meses de noviazgo, en una ceremonia celebrada en Navarra. Y aunque lo cierto es que su unión con el vasco duró apenas un año y medio, la dejó bastante marcada.

"Me casé y fue como enterrarme en vida", confesó luego al respecto. "Él quería que yo le hiciera la cama porque en casa no hacía absolutamente nada. Él se había casado para eso, para que no trabajara y estuviera en casa esperándole. Un día, limpiando discos, vi una portada suya, la tiré al suelo y dije: 'No estoy enamorada de mi marido. Y si no lo estoy, ¿qué hago yo aquí?'. Le dije: 'Mira, lo siento mucho, pero he decidido que voy a hacer una película'. Entonces me dijo: 'A mí no me cuentes nada'. El mismo día que terminé la película le confesé la verdad: 'Se ha terminado, no aguanto más'. Ni le dije por qué ni él tampoco me lo preguntó".

Después de eso, Amparo volvió al cine y siguió buscando una pareja que le diera la estabilidad que encontró en la figura de su progenitor —"un hombre en toda la extensión de la palabra, humano y cariñoso, con el que pueda sentirme protegida", según la propia actriz—. Su siguiente pareja, el productor Elías Querejeta, le dio la oportunidad de trabajar en proyectos cinematográficos algo más serios, como la cinta de Carlos Saura 'Mamá cumple cien años' (1979), aunque el amor apenas duró un par de años.

El pozo del que no pudo salir

"Yo con él descubrí la lectura, las horas de charla, descubrí muchísimas cosas. Elías siempre me ha querido, y yo a él", admitió en una ocasión Amparo, que después, —"por puro desconocimiento y falta de información", en sus propias palabras— se enganchó a las drogas a raíz de su boda balinesa con un anticuario chileno llamado Flavio Labarca.

A partir de mediados de la década de los ochenta, la actriz inició una etapa de declive. Por un lado, ganó la reputación de ser problemática tras abofetear y tirar del pelo a una productora que la demandó por ello, y, por otro, la prensa se cebó con ella después de una supuesta detención por posesión de drogas, en una operación policial denominada Primavera, que luego resultó no ser tal. Hasta se llegó a publicar en enero de 1990 la falsa noticia de que padecía sida. Todo eso llevó al ostracismo profesional y a la depresión a la actriz, quien pasó por serios apuros económicos y, después de mantener un breve romance con el cantante Antonio Flores, se casó en El Rincón de la Victoria con Víctor Rubio, un señor de pasado dudoso que permaneció a su lado hasta 1994.

A mediados de la década de los noventa, Paul Naschy la vio en un programa de nostalgia de Canal Sur y decidió sacarla del olvido con un papel en la película 'Licántropo: El asesino de la luna llena' (1996). Después llegarían otras ofertas para hacer cine, su primera obra de teatro y un ilusionante regreso a la capital española. Pero la alegría duró poco para Amparo, que después de ser intervenida de una afección neurológica optó por regresar a Málaga, junto a su familia. Allí vivió hasta que en febrero de 2011, dos meses después de que le diagnosticaran un tumor, le sorprendió la muerte con 56 años.

Valiente hasta el final

"Amparo quiso hacer aquel libro de memorias para demostrarle y hacerle saber a la gente que no todo lo que le había pasado en la vida había sido malo, siniestro y trágico, y que había sido una mujer muy feliz", comentó su biógrafo. "Amparo era una mujer terriblemente positiva. De no ser así, con todas las circunstancias a las que hizo frente, cualquier otra persona habría tirado la toalla. Ella, en cambio, fue pertinaz en la búsqueda de una dignidad profesional y de una dignidad como mujer".

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