Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Irene Montero y Pablo Iglesias

Pablo Iglesias me ha hecho sentir muy mal porque la vida me iba bien

Día de campo con los chicos: Adrián y Rober –papás de Rita y Lola– y O., que ha iniciado los trámites para ser papá también. Nos conocemos desde hace más de veinte años, así que ya somos familia. Como O. todavía no ejerce no puedo pronunciarme al respecto, pero sí que puedo hacerlo sobre Adrián y Rober: son unos padres ejemplares. Y cuando escribo eso quiero decir que no dan el coñazo con sus hijas. Es más: almorzamos en un restaurante el domingo, y me gusta que Adrián considere que deberían quitarle la custodia de su hija a un padre que permite que los bramidos de la chiquilla inunden el local. No es que no me gusten los niños, es que no me gustan los padres que pasan de sus hijos en lugares públicos.

La responsabilidad no es de los críos sino de unos progenitores que se olvidan de sus obligaciones. Adrián me enseña que no hay que decir “pobres padres”, sino “pobres niños”. Cosas que me gustan de quedar con padres como Roberto y Adrián: que en ningún momento me hacen sentir ciudadano de segunda por no haberme decidido a tener niños. Así como no creo en el matrimonio, reivindico mi derecho a vivir sin hijos. Es más: detesto desde lo más profundo de mi corazón a todas aquellas personas que me dirigen miradas y palabras conmiserativas porque no he dado el paso. Consideran que soy una persona egoísta, incapaz en entender el amor en su vertiente más abnegada y sacrificada. Que se entere todo el mundo: no tengo hijos porque no me da la gana. Porque no tengo espíritu paternal, porque amo mi libertad y porque paso de esas movidas. De la misma manera que no cuestiono a los demás por ser padres, entiendo también que nadie puede decir ni mu por optar por lo contrario. Son las seis y media de la tarde del domingo y estamos en un hotel rural de la provincia de Ávila. Leo que hay participación récord en lo de Iglesias y Montero. A estas horas desconozco el resultado, pero me da igual.

Durante mucho tiempo, Iglesias me ha hecho sentir muy mal porque la vida me iba bien. He sentido remordimientos por gastarme dinero en según qué cosas por culpa de sus incendiarios discursos. Y ahora va el tío y me sale con lo del chalé. Me dan ganas de bañarme en leche de burra y zamparme treinta latas de caviar para aliviar los malos rollos que me han provocado en algún momento las palabras de Pablo. Lo peor de todo esto es que Iglesias y Montero no hayan entendido el descoloque que nos ha provocado su decisión inmobiliaria.

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