El 12 de enero de 2010 la familia de Sara Carbonero recibió un durísimo revés. El padre de la presentadora, Carlos Javier Carbonero (53), abrumado por la enorme mentira que había construido en la agencia de seguros que regentaba, acudió por su propio pie a un juzgado a ponerse en manos de la justicia. Llevaba tres años estafando casi un millón de euros a familiares, amigos y vecinos del pueblo de Corral de Almaguer (Toledo). Un dinero que, según él mismo contó, sirvió para alimentar su adicción al juego.
Durante los últimos cuatro años, los Carbonero han vivido silenciosamente este drama. Un drama por el que han pagado un altísimo precio. A los padres de Sara les ha costado su matrimonio. Y a Sara le ha supuesto tomar la dolorosa decisión de distanciarse de su padre. En Corral de Almaguer nos cuentan que padre e hija tenían una relación estupenda, pero que ahora es nula. Sara no puede perdonarle que haya engañado a las personas que confiaron en él.

El fantasma vuelve

Durante estos años la hemos visto sonreír por el espontáneo beso de Iker ante las cámaras del Mundial de Sudáfrica, hemos contemplado cómo anunciaba contentísima las primeras pataditas de su bebé, y asistimos al día en que salió emocionada del hospital con Martín en brazos. Pero poco imaginábamos que una triste procesión iba por dentro: un callado llanto por un padre que ha cometido un delito que preferiría no tener que contarle nunca a su hijo.
Ahora, cuando Sara se encuentra en el momento más dulce de su maternidad, cuando Martín acaba de cumplir 3 meses, el fantasma de su padre vuelve a colarse en su vida. La Audiencia Provincial de Toledo ya se ha pronunciado. Según la sentencia a la que ha tenido acceso Lecturas, Carlos Javier Carbonero ha sido condenado por “un delito continuado de estafa” a dos años de prisión –que no tendrá que cumplir por no superar los dos años y no tener antecedentes–, a una multa de 2.880 euros y a devolver los 944.300 euros que se embolsó indebidamente de sus clientes, principalmente familiares, amigos y vecinos. La compañía aseguradora para la cual trabajaba de mediador en Corral de Almaguer está satisfaciendo ya esas indemnizaciones a los afectados.

Un triste consuelo

A Sara le queda el triste consuelo de que la fiscalía rebajó la pena que pedía para su padre. Se han considerado como atenuantes el hecho de que confesara y de que sufra ludopatía. En un principio, Carlos Javier se enfrentaba a siete años y medio de prisión, que sí habría tenido que cumplir por ser superior a los dos años. El trago para Sara, una persona pública por su trabajo, de ver cómo el ingreso de su padre en prisión se convertiría en noticia de primer orden hubiera sido durísimo.

El novio de la hermana de Sara, víctima de la estafa

Tres de los príncipales afectados por la estafa del padre de Sara fueron el novio de su hermana, Irene, así como la madre de este y su hermana. Conjuntamente, depositaron 290.000 euros. A pesar de que finalmente les han sido devueltas las cuantías, durante cuatro años el ambiente estuvo tan envenenado de tensiones que la relación entre Irene y su novio, que llevaban seis años saliendo, se ha roto recientemente.

Hermana Sara Carbonero
Gtres

El escándalo del pueblo

El escándalo lleva cuatro años   –desde que se destapó en 2010– siendo la comidilla de Corral de Almaguer, el pueblo manchego de poco más de 6.000 habitantes donde creció Sara, donde aún reside su familia y donde viven las veinte víctimas de su padre, muchos de ellos personas trabajadoras que le confiaron sus ahorros. Los tres mayores perjudicados fueron los que vieron cómo se les esfumaban 230.000, 104.000 y 71.500 euros. La mayoría, sin embargo, eran pequeños ahorradores, con cantidades entre los 6.500 y los 21.000 euros.
Todo había empezado en 2007, cuando Carlos Javier Carbonero empezó a ofrecer dos productos de inversión de la compañía aseguradora. Las cantidades que recaudaba no las depositaba en la entidad, sino que se las quedaba y, según él mismo, se las gastaba jugando. Para que sus víctimas no sospecharan nada, él mismo les pagaba de su bolsillo altas cantidades en calidad de intereses y les hacía costosos regalos. El castillo empezó a desmontarse, como siempre sucede en estos casos, cuando algunos clientes le pidieron que les reembolsara la totalidad de lo invertido. Carlos Javier ya no disponía de esa cantidad de dinero. Aquello le forzó a confesar.
La sorpresa fue mayúscula en el pueblo. Nadie conocía su afición al juego. “Nadie lo había visto jugar ni siquiera a las cartas. Se comentó incluso si jugaría por internet”, nos cuentan en Corral de Almaguer. Cuando dos años después, tras ser despedido de la entidad aseguradora, se separó de su mujer, también corrió la estupefacción. “Eran una pareja estupenda, muy querida en el pueblo. Ahora viene de vez en cuando, por alguna cuestión familiar. Hace 20 días, por ejemplo, estuvo aquí por un entierro”.

Iker, un apoyo con experiencia

Sara tiene en Iker el mejor de los apoyos. Él sabe, por desgracia, lo que es tener problemas con los padres por cuestiones de dinero. Empezó a ganar dinero con el fútbol de jovencito y formó una sociedad en la que sus padres figuraban junto a él como administradores. Ya de mayor, quiso independizarse, pero sus padres no estaban por la labor de abandonar la sociedad que consideraban como su puesto de trabajo. Tras un período de muchas tensiones, el pasado año les pagó 5 millones de euros y les cedió varios inmuebles para que le dejaran en solitario al frente de la empresa.