Tintes, plancha, secador, sol, viento... todo ello provoca una disminución de los lípidos que recubren los tallos capilares. La consecuencia es que la melena se reseca y las cutículas se levantan y entones los cabellos dejan de reflejar la luz que impacta sobre ellos: su aspecto se vuelve mate, están ásperos y, además, cuesta peinarlos.

Ponle remedio

Dale vacaciones a la decoloración. Teñir el cabello puede ser perjudicial para su buena salud pero mucho más decolorarlo más allá de varios tonos. Y es que, para aclararlo, hay que oxidar la melanina que se encuentra en la parte central del pelo, lo que lo debilita y lo reseca muchísimo. Intenta evitar ese proceso y, si tienes canas, apuesta por opciones menos agresivas para cubrirlas: barros, henna... Si tienes menos del 50% del cabello con canas, y quieres usar tinte, mejor tono sobre tono. Si usas un tinte permanente, búscalo sin amoniaco.

Hidratación extra. El déficit de agua en la melena apaga su luz y le resta elasticidad. Además, el cabello se torna quebradizo. Así que es fundamental que hidrates mucho tu pelo. Apuesta por bálsamos y mascarillas que incorporen principios como el dexpantenol y la glicerina. Utilizados con regularidad, aumentan el contenido en agua del pelo.

Nutrición intensa. No te limites a usar mascarillas o acondicionadores para nutrir el cabello. Empieza ya tu ritual de lavado con champús que también sean nutritivos y usa también aceites con ingredientes como ceramidas, ceras vegetales, manteca de karité... En caso de tener el pelo especialmente grueso, abundante y reseco, debes usarlo en cada lavado y dejarlo reposar un rato antes del aclarado final. Recuerda que no debes excederte con los lavados para no eliminar los lípidos que protegen al pelo. Usa champús sin sulfato y de uso frecuente y enjabónate solo una vez.

Un truco casero. Aclarar el cabello tras el lavado con zumo de limón o con un poco de vinagre le devuelve brillo porque contribuye a sellar las cutículas.