Te proponemos un sencillo ejercicio de memoria. Repasa mentalmente lo que has hecho nada más despertarte. Seguro que te has levantado de un salto al oír el despertador, te has dirigido corriendo a la cocina para preparar el desayuno de la familia mientras repasabas todo lo que tenías que hacer... Si empiezas el día así seguro que lo acabas agotada, tensa, de mal humor… Pero podría ser distinto si experimentaras conscientemente el despertar.

Empieza el día a cámara lenta

Antes de incorporarte (te despiertes con o sin despertador), respira profundamente varias veces, exhalando completamente, sin retener nada. No pienses en lo que tienes que hacer, no permitas que ningún pensamiento te robe este momento. Mientras respiras, siente tu cuerpo, agradece la oportunidad de vivir un nuevo día y sonríe. Has empezado la jornada con 'mindfulness'.

Y si algo te sobrepasa...

Antes te hemos pedido que hicieras memoria, ahora te invitamos a que imagines cualquiera de estas situaciones (seguro que te suenan): estás nerviosa por una conversación pendiente o apenada porque algo ha salido mal... En ambos casos, podrías estresarte o sentirte mal... Pero, ¿y si te lo vuleves a tomar con mindfulness?

  • Empieza con la respiración. Como explica Jon Kabat-Zinn, psicólogo e ideólogo del mindfulness, en 'Mindfulness para principiantes' (Kairós), "la respiración puede convertirse en el más adecuado objeto de atención para volver al momento presente". Es igual donde estés, para que tu mente no quede atrapada en sus pensamientos, nota cómo el aire entra y sale por tu nariz, percibe su ritmo... Y no intentes cambiarlo, no valores si respiras bien o mal... Solo céntrate en cómo respiras.
  • Como si fueran nubes. Mientras estás centrada en tu respiración, los pensamientos se agolparán en tu mente ('Si hubiese actuado de otro modo...', '¿Por qué diría eso?...'). No te detengas en ellos, no los alimentes, no los juzgues, ni te regodees en conversaciones imaginarias... ¡Tampoco los reprimas! Obsérvalos como si fueran nubes, igual que vienen, se van.
  • El pasado fue, el futuro no es. Nuestros hábitos mentales distorsionan la realidad. Es imposible conocer qué hubiese pasado si hubieses actuado de otro modo y por mucho que imagines esa conversación pendiente, no se  reproducirá tal cual... Por tanto, no sirve de nada identificarte con tus pensamientos, 'suéltalos' para que no sean un lastre.
  • Déjate atrapar por la magia. El mindfulness te ayuda a relativizar preocupaciones, a alejar el estrés... Puedes centrarte en tu respiración, pero también en todo lo que experimentes: un beso de tus hijos, el guiño de complicidad de tu compañera de trabajo, una conversación con tu madre... ¿Cuántas veces pasas de puntillas por los momentos que realmente llenan tu vida? Piénsalo.