Además, esa limpieza profunda rutinaria es imprescindible para que los cosméticos que apliques después puedan realizar su función. Si no lo haces antes de acostarte, te meterás en la cama no solo con posibles restos de maquillaje, sino también con las secreciones que produce tu propia piel a lo largo del día y con los residuos que la contaminación ambiental ha depositado sobre ella; y, tras levantarte, aunque te hayas limpiado el cutis bien la noche anterior, debes volver a hacerlo porque durante las horas de sueño se produce una regeneración celular que deja tras de sí desechos.

Qué cosmético utilizar

En realidad, lo más importante es que notes que la piel recibe bien el producto que escojas. Es decir, que tras utilizarlo la notes limpia y confortable, sin sensación alguna de irritación o tirantez. A partir de ahí...

Leches y cremas desmaquillantes: en general, son más adecuadas para pieles muy secas. Pese a ello, están formuladas para no resultar grasientas, así que ni dejan tras ellas un rostro con demasiados brillos ni obstruyen los poros.

Aguas miscelares: las pieles mixtas y sensibles son las que más agradecen que recurras a estas aguas, puesto que son productos con poca proporción de tensioactivos limpiadores. Resultan muy eficaces para retirar el maquillaje, salvo que este sea resistente al agua.

Geles, espumas y aceites limpiadores: aunque se aplican en seco, tras frotar un poco con ellos sobre la piel hay que añadir agua para que sean del todo efectivos. Al acabar hay que aclarar bien.

¿Solo debo usar un limpiador?

Lo cierto es que deberíamos utilizar más de uno. Sobre todo porque párpados y pestañas necesitan ser tratados con un mimo especial, también a la hora de limpiarlos. En ellos, emplea un tónico específico sin sulfatos. Tampoco deben estar formulados con ingredientes muy grasos, pues de lo contrario se podrían generar o acentuar las bolsas.

En caso de utilizar lentillas o si tu piel es especialmente sensible, los productos de limpieza facial que utilices deberían incorporar ingredientes como aciano, iris, malva..., sin conservantes ni colorantes. Mejor también que estén libres de perfume.