Ganaron Mahi y Rafa y casi todos acabaron contentos en mayor o menor medida. La victoria de la pareja sirvió como premio de consolación a los reventados oficiales de esta segunda edición: Aurah y Tony Spina, que mostraron su peor cara una vez más. Hacía tiempo que no se destilaba tanto odio y tanta inquina en la final de un programa de televisión. La canaria y su compañero escupieron sapos y culebras hasta que salieron por la puerta, provocando que Samira, gran concursante y uno de los descubrimientos de esta edición, perdiera los papeles en varios momentos.
Mentiría si no reconociera que me hizo especial ilusión ver a Rafa ganar este concurso. Creo que su actitud durante los últimos programas ha tenido mucho que ver en el resultado final de las votaciones. No estoy diciendo que Mahi lo haya hecho peor que su novio, pero es cierto que él nos ha regalado la naturalidad que ella perdió cuando fue a ‘Supervivientes’. Este es el tercer programa de Mahi, y probablemente hoy no estaríamos refiriéndonos a ella como ganadora si esta experiencia no la hubiera compartido con Rafa.
Lo que es evidente es que la victoria de esta pareja pone de manifiesto una necesidad por parte de la audiencia de conocer nuevos personajes. Rafa, que no había concursado con anterioridad en ningún otro reality, ha logrado conquistar al público gracias a su frescura y a su inocencia frente a las cámaras, cualidades que no tenía ningún otro finalista. En medio de un baile continuo de egos y papeles ya vistos en el pasado, Rafa ha irrumpido para recordarnos que todavía existen perfiles con cabida en el mundo del reality. Personas libres de directrices y estrategias baratas con poco recorrido.
El final de esta edición de La casa fuerte supone todo un golpe encima de la mesa por parte de un público cansado de la bronca por la bronca y la polémica gratuita, porque cuando un conflicto carece de autenticidad pierde todo su sentido. La audiencia demanda verdad, y eso es lo que fue anoche Rafa cada vez que abría la boca.
|