La bestia ha despertado. El Kiko Rivera con el que pasé unas horas hace apenas dos semanas, el que arrasó en el quiosco protagonizando con sus confesiones a Mila Ximénez una portada mítica; el que aún se resistía a creer que su madre no tuviera corazón como afirma su hermano Fran, ha mutado en arma de destrucción masiva contra Isabel Pantoja. ¡Qué lejos queda la imagen que proyectaba en los platós de chico bonachón con luces limitadas, fundidas por su adicción a las drogas! Anestesiado en cocaína durante décadas, y consciente de que muchos se han aprovechado de él, se reivindica: “Soy bueno pero no gilipollas”. La decepción y el enorme sufrimiento que alberga, le han hecho saltar contra su madre sin líneas rojas. Rabiando de dolor -como si se arrancara una uña que lleva años creciendo hacia dentro- no solo se limita a denunciar la opacidad con la que su madre ha gestionado el legado que le dejó 'Paquirri', ni a vomitar su frustración por sentirse engañado económicamente por ella; tampoco se queda en desvelar que la falta de cariño de su progenitora es irrecuperable. Kiko ha llegado mucho más allá.
Ha tocado temas tabú que ningún Pantoja ha encarado jamás, cuestiones que ya forman parte de la cultura popular del siglo XX. Kiko se ha manifestado sobre Encarna Sánchez y la polémica relación emocional y crematística que mantuvo con su madre, también ha hecho referencia a la estrecha amistad que su progenitora mantuvo con María del Monte: “Lo que haya hecho con su vida, con Encarna o quien sea, me es indiferente. No me importa con quién se ha acostado. Cuando estaba con Julian y decían todo lo que decían yo sólo pensaba en que mi madre es feliz o cuando estaba con María del Monte.”
El morbo alcanzó cotas inimaginables. Cuando Kiko afirmó que su tío Agustín no se acepta como es, una sonrisa se dibujó en las decenas de periodistas que 'el tito' ha demandado durante estos años.
A los minutos, Kiko hacía frente a la leyenda urbana por excelencia, hablaba sin tapujos del rumor que le ha perseguido desde su adolescencia y que daba por hecho que su padre podría ser el malogrado doctor Cariñanos. Tras soportar años de sorna, chistes malos y burlas por el parecido físico que guardaba con el médico, Kiko afeó a la Pantoja que jamás hubiera dado una explicación: "Siempre me molestó que mi madre no diera la cara por mí". Equivocado o no, Kiko Rivera ha afrontado los tabúes que durante más de tres décadas han planeado sobre su familia. Oro puro para el costumbrismo de tapete y sevillana encima de la tele.
|